Ise, 2015

Entre el 23 de febrero y el 14 de marzo de 2015 he estado en la ciudad de Ise, prefectura de Mie, para hacer un curso de tres semanas sobre cultura e historia japonesa en la Kogakkan University, invitado por ésta y por el ayuntamiento de Ise. Prometía ser una experiencia de lo más interesante, nunca había estado en esta ciudad y estaba deseando hacerlo. Una de las tareas que debía cumplir como parte de este curso era la de ir explicando en internet –ya fuese en redes sociales, un blog o una web– las actividades que fuera haciendo y lo que fuera aprendiendo, así que en mi caso qué mejor lugar que HistoriaJaponesa.com para ello. O sea que cada día fui colgando un pequeño resumen de lo que había hecho, con algunas fotos, en este mismo lugar. Espero que os parezca tan interesante como a mí.

09 marzo – De crucero

El profesor Okano hablando de Oominato

El último lunes. Esta semana tenemos muchas menos clases que las dos anteriores; hoy, por ejemplo, sólo hemos tenido una y ha empezado a las once, sobre un barrio de Ise –que anteriormente había sido un municipio independiente– llamado Oominato, que es además una isla, aunque prácticamente pegada a tierra. La clase ha corrido a cargo del profesor Okano, quien ya nos dio nuestra primera clase hace dos semanas. Con él hemos aprendido bastantes cosas acerca de la historia de esta zona, como que se dedicaba principalmente a la producción de sal y que ésta no se consumía únicamente a nivel local o regional sino que se transportaba por mar a zonas más al norte del país, incluso a lo que hoy día es Tokio. Pero en 1498 un terremoto de más de ocho grados y su posterior tsunami arrasaron la zona y, una vez reconstruida, se reconvirtió a la fabricación de barcos. En ese momento de la clase han aparecido en escena mis estimados jesuitas de los siglos XVI y XVII, como Organtino o Luís Fróis, quien documentó que en Oominato se construían grandes barcos para Oda Nobunaga.

En el museo marítimo

El puerto desde la terraza del museo

En el museo marítimo

Un santuario del barrio

Después de comer en el comedor de la universidad, nos hemos ido de visita a –como no podía ser de otra forma– al mismo barrio del que hemos estado hablando por la mañana, Oominato Un señor de la zona nos ha hecho de guía y, tras enseñarnos un poco el barrio, pequeño santuario incluido y un también pequeño museo marítimo, hemos visitado el puerto. Allí hemos visto, como esperándonos, una pequeña embarcación de madera con un montón de banderas, las de nuestros estados precisamente, ¡la barca era para llevarnos a dar una vuelta! Pues nada, nos hemos puesto unos chalecos salvavidas y nos hemos hecho a la mar como intrépidos grumetes. Uno de los señores de la embarcación iba la mar de feliz explicándonos cosas sobre los sitios que se veían en ambas orillas.

Nuestro crucero particular

Entonces ha empezado a llover, con lo que algunos de los sitios que teníamos que visitar han tenido que verse pero en versión abreviada y evitando ir a pie de uno a otro, así que durante un par de horas no hemos hecho más que subir y bajar del autocar. Entre otras cosas, hemos visto un par más de santuarios –estamos en Ise, amigos–, y un pequeño taller de herrería donde había dos herreros fabricando clavos de una forma muy artesanal. También hemos estado un rato en lo que fue la casa del gobernador de la zona durante el periodo Edo y que ahora es una especie de museo. Y así ha terminado tanto la tarde como la que es nuestra última excursión del curso. Mañana tendremos también una sola clase por la mañana y una actividad por la tarde, pero eso ya lo contaré mañana.

Otro pequeño santuario

Fabricación artesanal

En la casa del gobernador

10 marzo – Tomando un poco de té

Hoy, como ayer, sólo hemos tenido una clase, de once a doce, que ha estado dedicada a la ceremonia del té. No se ha hecho en nuestra aula de siempre sino en una gran sala que hay en un edificio cercano, que cuenta con una pequeña casita para la ceremonia del té y una amplia habitación de tatami justo al lado. El maestro Asanuma nos ha estado hablando acerca de la historia tanto del té en sí mismo como de la ceremonia, remontándonos nada menos que al año 2780 a.C. en China, y explicando también la relación entre la leyenda del monje Bodhidharma y el té –una leyenda que me encanta, como fan y pequeño coleccionista de darumas que soy. Me ha gustado especialmente cuando nos ha contado porqué en muchos idiomas al té se le llama «té» –o «tea», «tia», «the», «they», etc.– mientras que en otros tantos se le llama «cha» –o «chai», «cay», «chay», etc.–, resulta que depende de la zona de China de donde les llegó esta planta.

Después de comer en el comedor de la universidad, hemos vuelto al mismo edificio donde hemos hecho clase por la mañana y el maestro Asanuma ha querido añadir algo más a lo que nos había explicado ya, porque se había quedado sin tiempo antes de acabar todo lo que tenía previsto. Nos ha contado entonces que una ceremonia del té completa dura cuatro horas, y que la dedicada a preparar y tomar el té es sólo una pequeña parte de todo el proceso, porque el resto incluye por ejemplo una comida previa con varios platos –cuyo contenido ha sido decidido y planificado al detalle incluso seis meses antes. También ha querido que nos quedase claro que el verdadero sentido de la ceremonia tampoco es el té en sí mismo, sino disfrutar de la contemplación de las cosas bellas de la vida. Después nos ha estado enseñando algunos utensilios de su colección, principalmente boles o vasos para el té, incluido uno muy curioso hecho con una pelota de béisbol. Nos ha dicho que el más caro de todos era uno anaranjado, el de la segunda foto, aunque mi favorito –aparte de la pelota de béisbol– era uno marrón del periodo Edo, el de la tercera foto.

Y finalmente hemos podido hacer lo que se suponía que tocaba hacer por la tarde y que creo que es fácil de adivinar: una ceremonia del té, sí. Lógicamente, una versión adaptada a nosotros, con sólo la parte que consiste en preparar y beber el té, y en un ambiente relajado y sin la rígida etiqueta que una ceremonia del té “seria” requeriría. Primero hemos hecho el pequeño ritual de lavarnos las manos, que es casi idéntico al que se hace al entrar en un santuario, luego nos han enseñado como se entra en la casita del té y finalmente hemos pasado a la sala grande, porque en la casita del té no caben más de cuatro personas y éramos como veinte –los once que hacemos este curso y unos cuantos estudiantes de la universidad que vienen siempre con nosotros como voluntarios para echar una mano en lo que haga falta. Primero, las ayudantes del maestro Asanuma, vestidas con kimono, y tres alumnas que estudian la ceremonia del té han preparado un bol de té verde para cada uno de nosotros, tras tomar un pequeño dulce. Y después hemos hecho parejas entre nosotros y nos hemos preparado y servido mutuamente otro bol. Hay que decir que el sabor del segundo bol era muy distinto al primero –sin que se me enfade la compañera que me lo ha preparado, estoy seguro de que a ella le ha pasado lo mismo con el preparado por mí. Yo ya había participado en una ceremonia del té hace seis años –entonces fuimos sólo dos personas y el maestro– y recuerdo que entonces me sorprendió y para bien el sabor, lo esperaba más amargo.

Al acabar, hemos visto que mientras hacíamos la ceremonia había empezado a nevar fuera, pese a que por la mañana hacía un sol radiante, pero vaya, sólo ha estado nevando un par de horas y la nieve no ha llegado a cuajar. Una vez en el Kaikan, poco que contar, bastante ocupado con trabajo que se avecina, así que por hoy lo dejo aquí.

11 marzo – Poca cosa hoy, la verdad

Nuestro horario de hoy sólo incluía una clase por la mañana, de diez a once, nada más, a partir de entonces teníamos el día libre… bueno, libre pero muy ocupado acabando de preparar lo que tenemos que hacer mañana, pero eso ya lo contaré. La clase de hoy no ha sido en nuestra aula de siempre, ni siquiera ha sido en la universidad, hemos tenido que ir en tren –cinco minutos de nada– hasta el Santuario Exterior, y allí, en un pequeño edificio de oficinas, nos tenían preparada un aula. La clase trataba sobre la arquitectura del Gran Santuario, principalmente de los edificios principales del los santuarios Interior y Exterior, a cargo del señor Nishimura, un ingeniero del equipo del Gran Santuario.

Cuando hace dos semanas visitamos el museo Sengūkan, también dentro del complejo del Santuario Exterior, pudimos ver algunos vídeos acerca de cómo estaban construidos estos edificios, incluso las herramientas utilizadas y algunas piezas que los componen; la clase de hoy ha sido bastante más teórica –y difícil de entender, la verdad. De todas formas, me ha vuelto a sorprender la gran complejidad de la estructura de estos edificios que, al verlos, parecen tan simples; el intrincado sistema de encajes de madera, con una precisión milimétrica, es algo verdaderamente alucinante, hace que no los puedas ya mirar de la misma manera nunca más.

Y, como decía al principio, a las once ha terminado nuestra jornada, así que he ido a probar un restaurante que me habían recomendado –muy acertadamente, puedo decir ahora– y me he ido a mi habitación a trabajar en lo de mañana. Así que me temo que hoy no hay demasiado que explicar.

12 marzo – El día más temido

Pues sí, hoy era el día que todos estábamos esperando con temor y desespero, el día 12. ¿Por qué? Porque hoy teníamos que hacer, cada uno de nosotros, una presentación de unos diez minutos delante de un montón de profesores de la universidad sobre un tema de elección libre, ya fuera relacionado con lo que hemos aprendido en estas tres semanas o con nuestra propia investigación. Bueno, ¿y dónde está el problema? Pues en que la presentación era en japonés –¡ups!– y tras ella los profesores podían hacerte cualquier pregunta –¡ouch!. A mí me encanta hacer presentaciones, charlas y conferencias, ¿un montón de gente escuchándome soltar mi rollo? ¡Genial! Me chifla soltar mi rollo. Pero en castellano, catalán o inglés. Con el japonés la cosa se me complica un poco, y las preguntas posteriores… el horror.

En fin. Aunque estas tres semanas he aprendido un montón de cosas interesantes, supuse que muchos compañeros ya hablarían de todo ello y además –seamos sinceros– a mí me gusta hablar de lo mío, como a Umbral. Mi investigación actual está aún en pañales, así que pensé en hablar de algún tema que haya investigado anteriormente y que pudiera ser más o menos entretenido. Bingo, la Embajada Keichō. Tiene ese punto de aventura recorriendo el mundo, y el romanticismo de los proyectos fallidos –pues fue un fracaso estrepitoso. Y nada, durante la última semana he estado preparando esta presentación, en los ratos libres entre clases, excursiones, escribir este diario, hacer expediciones de investigación sobre el mundo de la gyōza, etc. He tenido que pedir algo de ayuda con el tema del idioma incluso.

Y nada, hoy me he levantado pronto para acabar de rematar la faena, luego me he ido a la biblioteca para devolver algunos libros que había pedido prestados la semana pasada y después he ido a nuestra aula, a esperar al resto de compañeros. Hasta la hora de comer teníamos la mañana libre para trabajar en las presentaciones y, después de comer, nos han llevado a una gran sala donde se llevaría a cabo el calvario. A mí me tocaba presentar en la octava posición. Y nada, mis compañeros han ido desfilando por el estrado y sus presentaciones han estado muy bien. Ha habido siempre varias intervenciones por parte de profesores al terminar, pero en muchos casos no se trataba de preguntas sino de comentarios o aportaciones, con incluso algún pequeño debate entre los mismos profesores… lo cual está bastante bien porque tú no tienes que decir nada.

Cuando me ha tocado a mí, pues nada, les he soltado mi rollo lo mejor que he podido, con mi presentación llena de animaciones, mapas moviéndose y esas cosas que hago para entretener al personal, con algún comentario graciosillo aquí y allá –bien recibidos, por suerte–, lo usual, vaya. Y ha llegado el turno de preguntas. Sólo ha intervenido un profesor –Okada, que ha sido el azote de absolutamente todos nosotros– y ha hecho una pregunta y un comentario. El comentario era acerca de un espejo que, según él, se había encontrado hacía poco en Europa y que había pertenecido a Hasekura Tsunenaga. Y la pregunta era relativa a la ruta que había seguido la embajada, me ha dicho que él creía que habían tomado la ruta que bordea África, no la que atravesaba el Pacífico. A lo primero, lo del espejo, le he dicho que no tenía ni idea de ello, que lo buscaría y que gracias por el dato. A lo segundo le he dicho que los castellanos siempre habían usado la ruta de México a Filipinas para ir a Japón, y que aunque al principio sí que usaban la que bordea África para volver a Castilla, a partir de 1565, con el descubrimiento del llamado «tornaviaje», siempre habían usado la ruta de Filipinas a México. Bueno, esto se lo he explicado como he podido, la verdad… espero que me haya entendido, pero la verdad es que lo único que quería era volver a mi sitio y olvidarme del tema de la presentación.

La portada de mi presentación

La imagen más celebrada de mi presentación: samuráis con sevillanas

¿Se me entiende o no?

Al acabar hemos podido volver a nuestras habitaciones un rato, lo justo para cambiarnos y ponernos guapos para ir a la cena de despedida, con unos cuantos profesores y gente de la universidad, y representantes del ayuntamiento y la asociación de turismo de la ciudad. Nos han llevado a cenar a un restaurante chino. Aunque debo aclarar a quien no lo sepa que las diferencias entre un restaurante chino en Europa y Japón son abismales, aquí suelen ser bastante de lujo. Para que os hagáis una idea, hemos ido y vuelto en el autobús propiedad del restaurante con el que recogen a sus clientes. Ahora ya podré decir que me he montado en un autobús de un restaurante chino, mira.

El gran Tamada-san completamente anonadado con su regalo, sin saber qué decir

Nos tenían preparada una gran sala privada con dos grandes mesas por las que han ido pasando nada menos que doce platos, y como pasa siempre en estos saraos con japoneses, durante la cena nos ha tocado a todos soltar un discursito. Primero los alumnos, individualmente, hemos tenido que ir levantándonos a hablar, básicamente para dar las gracias por estas tres semanas y tal. Cuando el último de nosotros ha hablado, le hemos dado al señor Tamada –el coordinador de este curso y nuestro padre aquí– un regalo sorpresa que habíamos comprado entre todos, una botella de sake del bueno. Casi se le saltan las lágrimas al pobre. La verdad es que se ha portado mucho mejor de lo que su trabajo y las normas básicas de educación le exigían, creo que es una de las mejores personas que he conocido y no le podremos agradecer nunca lo suficiente todo lo que ha hecho. Por cierto, el profesor Okada ha venido a pedirme disculpas porque se había equivocado, en su comentario sobre el espejo había confundido la Embajada Tenshō de 1582 con la Embajada Keichō, y me ha traído incluso fotocopiado el artículo en el que se hablaba de ello. Estupendo. Algo más tarde, todos los presentes han ido también soltando su discurso de rigor, hasta que han llegado los postres y hemos empezado a desfilar hacia el autobús de nuevo.

Ya en nuestro edificio, reunión final en torno a un montón de bebida y cosas de picar, para comentar todo lo sucedido en la jornada y aprovechar nuestra última noche juntos en Ise. Mañana hay un pequeño acto de despedida, que no debería durar más de media hora, y a mediodía saldremos en tren para Nagoya, donde nos alojaremos en un hotel junto al aeropuerto –no todos, hay alguno que se queda en Japón– y el sábado por la mañana volveremos a casa, a la de verdad.

13 marzo – Última entrada del diario

Discurso de despedida del director Shimizu, tan incomprensible como el primer día

Discurso de despedida del profesor Sakurai, tan entrañable como siempre

Foto oficial con el director, algunos de los profesores, algunos de los voluntarios, y Tamada-san y su equipo

Foto extra-oficial con Tamada-san, abrazándole todos justo antes de que se hiciese la foto para pillarle por sorpresa

Vandalismo gráfico

Aquí se acaba esto, hoy ha sido un día de despedidas. Pero empecemos por el principio. Hoy no teníamos que ir a la universidad hasta las once, pero antes había bastante trabajo que hacer: las maletas, básicamente. Tarea complicada teniendo en cuenta que hay que meter en el mismo sitio todo lo que se trajo más un montón de libros que nos han ido dando estos días, más regalos varios que nos han hecho, más algunas compras que han caído, etc. Y después, dejar un poco recogida la habitación.

Con todo esto solucionado, nos hemos marchado dando un paseo hacia la universidad. Hoy sólo había previsto un pequeño acto de clausura oficial del curso en el que, de nuevo, todo el mundo ha tenido que soltar un pequeño discursito de despedida, empezando por el director de la universidad, los varios profesores presentes, algunos representantes del ayuntamiento, algunos de los estudiantes voluntarios que nos han estado ayudando y, claro, nosotros mismos. Mira que les gustan estas cosas, de verdad. Y después ha ha habido una sesión de fotos con todos –tanto de forma oficial como extraoficial–, el tradicional intercambio de regalillos, bombones y demás, algunas caricaturas espontáneas en las pizarras, etc.

Y así nos hemos ido por última vez a nuestro Kaikan, a recoger las maletas que teníamos ya listas en la recepción, y camino a la estación, donde nos hemos despedido del señor Tamada y de algunos de los voluntarios que nos han acompañado estas semanas. Tren hasta Nagoya, despedida de una compañera americana que tomaba el shinkansen para ir a Tokio porque está viviendo allí, y otro tren hasta el aeropuerto, porque los diez que volamos mañana nos alojamos esta noche en un hotel que hay justo al lado. Y una vez en el hotel, poco que explicar, la verdad. Nos hemos despedido del otro compañero americano, porque tomará un vuelo distinto y tiene que madrugar más que el resto, y cada uno a su habitación, que estábamos cansados y mañana ya tendremos un montón de horas para hablar en el avión. Volamos todos a Frankfurt y ahí ya se separan nuestros caminos.

Mañana ya no habrá crónica, porque la verdad es que no habrá nada aparte de un largo vuelo. Han sido tres semanas muy interesantes, llenísimas de información y nuevas experiencias, muchas clases con un montón de buenísimos profesores, grandes compañeros con los que he aprendido y de los que he aprendido, un gran sentimiento de gratitud hacia un montón de personas: la Kogakkan University, el Ayuntamiento de Ise y la gente de su Oficina de Turismo, todo el mundo en los distintos santuarios y templos por los que hemos pasado, el montón de estudiantes voluntarios que nos han acompañado arriba y abajo, y –sobre todo– Miyagi Natsumi, Kotake Haruka y nuestro queridísimo Tamada-san.

Muchas gracias a todos de todo corazón, contad con una nueva visita a Ise en cuanto tenga oportunidad.