De nuevo nos salimos un poco de los límites de la Historia Japonesa, pero para eso están los límites, para pasarlos cuando es necesario. Adapto un texto escrito hace algo más de un año sobre la obra de uno de los grandes maestros del haiku, para ello me basé principalmente en una recopilación que, desde aquí, os quiero recomendar a todos. No soy ningún experto en literatura, así que, aparte de lo extraído de la bibliografía, lo que aparece en este artículo es únicamente mi opinión subjetiva y personal.
Introducción
Kobayashi Issa, uno de los cuatro grandes maestros del haiku, es, a mi entender, el más indicado para iniciarse en la lectura de este tipo de poesía. Cercano, sencillo y poco pretencioso, fácil de entender sin caer en la superficialidad, con múltiples matices en segundas y terceras lecturas, humano, resulta muy fácil empatizar rápidamente con él a causa de lo mucho que empatiza él con todo lo que le rodea, por la forma en que vuelve a levantarse tras cada uno de los duros golpes recibidos en su vida, decidido a seguir disfrutando de la existencia, pese a tratarse ésta de una efímera ilusión.
Kobayashi Issa: Poemas de Madurez. Selección, traducción, prólogo y notas de Josep M. Rodríguez, edición bilingüe. Córdoba: Ed. Juan de Mairena, 2008.
Había leído hace años algunos de sus poemas y me apetecía indagar algo más profundamente en su obra. El libro que he elegido para este acercamiento a la poesía de Issa es una antología de los poemas que escribió a partir de los cincuenta años. Contiene únicamente los poemas, un breve prólogo con algunos trazos de la biografía del autor, y algunas notas aquí y allá, sólo cuando es estrictamente necesario para aportar algún tipo de información, sin dar una explicación al significado de los poemas, algo que, muy acertadamente, se deja a cargo de cada lector. Incluye, y es de agradecer, la versión original japonesa escrita en rōmaji (alfabeto romano), lo que me ha venido muy bien para acabar de apreciar las palabras de Issa sin ningún intermediario, tanto a la hora de leer los poemas como a la hora de comentarlos aquí.
El encargado de la selección, la traducción, el prólogo y las notas es el poeta y crítico literario catalán Josep M. Rodríguez, que en este volumen hace un grandísimo trabajo, se nota que lo ha llevado a cabo con gran mimo y cuidado. De la misma forma, y en un apartado distinto, la edición, el diseño y la maquetación son excelentes, alejándose de los trillados clichés que solemos encontrar en muchos libros dedicados a cualquier tipo de cultura japonesa.
Para este análisis he decidido centrarme en los motivos que aparecen de forma más recurrente a lo largo de la colección de poemas, tras considerar hacerlo sobre un tipo de motivo en concreto, porque he creído que, de esta forma, se hacía más justicia a ese pequeño universo creado por Issa. He elegido así tres tipos de motivos, los más presentes, aunque me habría gustado analizar algún otro poema que no podría clasificarse en ninguno de los tres grupos que he creado. Incluyo también una breve biografía, pues la obra de Issa no puede entenderse sin saber algo acerca de lo que le sucedió en la vida, y un corto apartado sobre las características principales de su obra.
Breve biografía del autor
Kobayashi Issa nace en mayo de 1763, en pleno Periodo Edo (1603-1868), en el seno de una familia de agricultores de clase media de la pequeña aldea de Kashiwabara, antigua provincia de Shinano, actual prefectura de Nagano. Su nombre es Kobayashi Nobuyuki, pero desde muy pequeño se le llama Yatarō. La larga lista de desgracias que se darían a lo largo de su vida empieza con apenas tres años de edad, cuando su madre fallece de forma inesperada, hecho que recordaría de vez en cuando en su obra:
“Mi madre muerta. / Al mirar el océano, / al mirar…”
Entonces su abuela pasa a encargarse de su educación y es en ese momento cuando entra en contacto con el haiku y con los textos budistas, gracias a un poeta local llamado Shinpo. Pero a los siete años de edad, su padre contrae matrimonio de nuevo y la madrastra del pequeño Yatarō empieza a someterle a todo tipo de maltratos y humillaciones, como él mismo explicaría más tarde, “I was whipped a hundred times a day (…) Tears fell from my eyes three hundred and fifty days out of the year”. Esta situación se ve acentuada dos años más tarde con el nacimiento de su hermanastro y, cuatro años después, con la muerte de su abuela.
Es en ese momento, en 1777, cuando su padre no ve otra solución que enviarle a la capital, Edo, donde trabajaría como aprendiz en un templo y estudiaría haiku en la escuela de un discípulo del gran Matsuo Bashō, Katsu Shika.
“También tú, grillo, / has logrado adaptarte / a las gentes de Edo.”
Trece años después, es elegido para suceder al maestro de la escuela, Nirokuan Chikua, tras su muerte. Pese a aceptar el cargo, sólo un año más tarde decide renunciar al mismo, visitar a su padre y empezar después a recorrer el país a pie, con la cabeza afeitada como un monje. Estamos en 1791, Yatarō tiene veintiocho años de edad.
Durante aproximadamente siete años se dedica a recorrer distintas provincias del suroeste de Japón, llegando a visitar ciudades como Matsuyama, Osaka e incluso Nagasaki, viviendo de forma frugal, pasando hambre y frío,
“Cuánto disfruto / de todos mis viajes… / ¡Pero qué frío!”
Es en este periodo de su vida cuando decide cambiar su nombre por el de Issa, literalmente “una taza de té”, cambio que suele ilustrarse con su famoso haiku
“Es primavera… / Atrás quedó Yatarō / y nació Issa.”
Según explica él mismo, “there is a poet, who, like one possessed, runs east one day and hastens west the next day. He eats breakfast in the province of Kazusa, and seeks a night lodging in the province of Musashi. He is as helpless as the waves that beat on the shore, and fleeting like the froth that vanishes in a moment. Thus, this poet calls himself ‘a cup of tea’”. Acaba volviendo a Edo, donde frecuenta los círculos literarios, con no demasiado éxito, y permanece en la capital hasta 1801 cuando, a causa de la grave enfermedad de su padre, regresa a Kashiwabara.
“En este campo / cubierto de rocío… / Le sobrevivo.”
Tras la muerte de su progenitor, la madrastra y el hermanastro de Issa no permiten que herede la casa familiar, tal y como su padre deseaba, hasta el año 1813, cuando el poeta contaba ya cincuenta años; a partir de ese momento escribe los poemas recogidos en Poemas de madurez.
Contrae matrimonio entonces con una chica bastante más joven que él llamada Kiku, con la que tendría cuatro hijos a lo largo de los siguientes diez años; pero todos ellos irán muriendo a los pocos meses de vida. Alguno de los poemas más tristes de Issa se referirán a la muerte de su hija Sato, como es el caso de uno de sus haikus más famosos en occidente, que analizaré más adelante:
“Es este mundo / un mundo de rocío, / y sin embargo…”
El mismo año que muere el último de los niños, lo hace también la madre, dejando a Issa completamente solo.
“Cuando no estás, / el bosque me parece / interminable.”
En 1824 vuelve a casarse, pero el matrimonio no parece funcionar y sólo dura unos pocos meses; dos años más tarde se casaría por tercera y última vez. En está época, Issa empieza a tener problemas de salud y los últimos meses de su vida los pasa viviendo en un viejo granero sin ni siquiera ventanas tras un incendio que termina con su casa. Muere así en 1827, con sesenta y tres años de edad, sin llegar a conocer a su hija Yata, que sería su única descendiente. El epitafio de su tumba, como no podía ser de otra forma, sería uno de sus haikus:
Reconstrucción del granero en el que Issa pasó sus últimos días, en Shinano
“Después de todo / esta va a ser mi casa: / cinco pies de nieve.”
Características principales de la obra de Issa
Matsuo Bashō (1644-1694) fue sin duda el gran maestro del arte del haiku, fue él quién liberó al hokku, el primer poema de una sucesión de poemas encadenados llamada haikai-no-renga, dándole una entidad propia y apartándolo de su carácter cómico, “gave it new meaning and value as a form of serious literature” (Yuasa, 1960). Además, Bashō estableció una serie de reglas, un marco dentro del cual el haiku se desarrollaría a partir de ese momento. Estas pautas harían que, con la excepción de Yosa Buson (1716-1784), los poetas que aparecen en los más de cien años entre Bashō e Issa pecasen de una constante repetición de los esquemas clásicos y una falta de originalidad patente.
Pero la poesía de Kobayashi Issa se libera de todas estas convenciones y lugares comunes para volver en cierto modo a recuperar el espíritu que tenía en un principio, “he found it necessary to start anew and to create afresh for himself what Bashō had already achieved in an earlier time” (Ueda, 2004). Además, gracias al uso frecuente de la lengua vernacular, dialectos y expresiones populares, revive también el estilo del haikai anterior a Bashō, aunque hay que decir que Issa lo hace sin rebajar su poesía al nivel cómico y vulgar de aquel entonces.
Una de las principales características de su estilo, no compartida con el resto de grandes autores de haiku, es su subjetividad. Como explica el mismo Rodríguez, suele decirse que un haiku es como una fotografía, un momento concreto plasmado sobre el papel, del que su autor es sencillamente un espectador pasivo; pero aquí, el mismo Issa aparece también en esa fotografía, como una especie de filtro a través del cual vemos lo que sucede, teñido siempre por la personalidad del autor. Su poesía resulta así inconcebible sin el poeta. Issa se acerca al objeto descrito de una forma empática, llena de sentimientos humanos, “practica la prosopopeya para dar cuenta (…) de lo que sienten o piensan los animales y las cosas que lo rodean” (Cuartas, 2005), obviamente se trata de lo que siente o piensa el mismo poeta. Es, como se le conoce aún en Japón, “the champion of little things, from children to bugs and frogs” (Carter, 1991).
Kobayashi Issa no era monje, pese a haber trabajado en un templo cuando se trasladó a Edo a los catorce años y haber viajado por el país como si de un monje vagabundo se tratase, pero sí era un devoto seguidor de la escuela Jōdo Shinshū, un tipo de Budismo de la Tierra Pura, lo que también se dejará ver en su obra, como analizaré más adelante. Los poemas de Issa están además imbuidos de un aire de mesurada melancolía, lo que se entiende perfectamente al leer su biografía, tan llena de momentos trágicos, pero también es una poesía llena de ternura, optimismo a la hora de afrontar la vida, compasión hacia los débiles y, sobre todo, humanidad.
Motivos recurrentes
A lo largo de toda la obra de Issa, pero muy especialmente en el periodo que cubre esta antología, seguramente la época más productiva e intensa de su carrera, hay ciertos motivos que aparecen una y otra vez. En este apartado he agrupado los principales para, mediante algunos ejemplos concretos, intentar explicar su significado y la razón de que aparezcan tan a menudo como lo hacen. Opino que el arte en general, la poesía en particular y, sobre todo, el haiku, deberían ser siempre explicados desde aquél que los percibe, es el lector el que debe encontrar un significado, sin necesidad de mediadores ni notas explicativas, sean estas del autor o de terceros, salvo contadas ocasiones en que pueda ser necesario para ampliar la información acerca de algunos temas referidos, por ejemplo, al contexto de la obra. Por eso, esta sección va a basarse en mi percepción personal, sin recurrir a bibliografía para buscar el significado de los motivos comentados, aunque seguramente el mismo Issa no estaría de acuerdo con los comentarios que pueda hacer.
Gorriones, ranas, caracoles y bichos varios
Muchísimos poemas de Issa están protagonizados por gorriones y cuervos, ranas y sapos, caracoles y todo tipo de insectos o arañas. Está claro que siente una empatía especial hacia todos estos pequeños e indefensos seres, a los que suele animar cuando intentan acometer tareas en principio imposibles para ellos o, muchas otras veces, los usa para explicarnos sus propios sentimientos de forma indirecta.
“Sigue luchando, / pequeña rana macho… / Issa está aquí.”
Sabemos que escribió este haiku tras ser testigo de una pelea entre dos ranas macho por una hembra, en plena época de apareamiento, siendo una de ellas manifiestamente más débil que la otra, más pequeña, como deja claro el original en japonés, “yasegaeru” (rana delgada). Issa, toma partido por una de ellas, por la pequeña, obviamente, algo que no habría hecho ningún otro escritor de haiku.
“Ánimo, caracol / que subes lentamente / el Monte Fuji.”
Poema este muy parecido al anterior, pero acrecentando aún más las diferencias de tamaño y la indefensión del caracol, que se ha propuesto alcanzar la cima de la montaña más alta de Japón, como muchos otros peregrinos que ascendían a la cumbre por tratarse de un lugar sagrado que comunicaba el cielo y la tierra.
“Ven, gorrión / que ha perdido a sus padres, / juega conmigo.”
Conociendo la biografía de Issa es fácil entender que en este poema expresa una gran empatía con el pequeño gorrión huérfano, pues él mismo quedó huérfano de madre siendo muy pequeño y con apenas catorce años se encontró completamente solo en medio de una gran ciudad como Edo.
“Para ti, pulga, / ¿también la noche es larga / y solitaria?”
La elección del más pequeño e insignificante de los insectos no puede ser casual, Issa se siente como una pulga cuando llega la noche y se encuentra solo. Solo viviendo en Edo, solo en sus múltiples viajes, solo tras la muerte de sus hijos y su esposa. El contraste entre la pequeña pulga y una noche que se nos presenta interminable, consigue a la perfección el efecto de tristeza y soledad que persigue. En muchos otros poemas vemos esta misma utilización de animales de pequeño tamaño en contraposición a objetos o lugares inmensos, como el caracol y el monte Fuji en uno de los poemas anteriores o en un famoso haiku sobre un ratoncillo que bebe agua en el río Sumida, en Edo, jugando de esta forma con los contrastes para acentuar el significado del poema.
“Mientras no estoy, / disfrutad del amor, / moscas de casa.”
Este poema está datado en 1815, poco después de contraer matrimonio por primera vez. En esta época Issa debería viajar a menudo de aquí para allá, visitando a sus discípulos. Por primera vez en mucho tiempo, tiene un hogar en el que le gusta estar, acompañado de su joven mujer, de ese amor del que habla en el segundo verso, es por ello por lo que envidia a aquellos que pueden quedarse en su casa mientras el está fuera, aunque se trate de unas simples moscas.
“Viento de otoño… / Un cuervo sin hogar / sale volando.”
Es bastante fácil adivinar que Issa está hablando de sí mismo, pues la mayor parte de su vida vagó de un lugar a otro sin más hogar que donde hubiese pasado la noche, pero, al despertar, emprendía el vuelo hacia otro lugar.
El frío invierno
Los motivos estacionales son una de las señas de identidad del haiku en general, pero en la obra de Issa se observa un mayor peso de los poemas con motivos invernales, como la nieve, el frío o la niebla. Una de las razones, obviamente, puede ser la localización de Kashiwabara y la antigua provincia de Shinano, donde nació y pasó su infancia y vejez, en la zona montañosa del centro de Honshu. Pero estos motivos invernales la mayoría de las veces tienen un significado mucho más profundo, nos hablan de soledad y melancolía, sentimientos muy presentes a lo largo de toda la vida del autor.
“Acaba el año / y aún cuelgan los adornos / de este verano.”
Tras este poema, que en principio podría parecer meramente descriptivo, se esconde un significado mucho más profundo, un amargo lamento de Issa. Fue escrito a finales del año 1823, el mismo año en que había muerto su primera mujer, Kiku, quien, como esposa, era la encargada de retirar las campanillas que se suelen colocar en verano como adorno (sabemos que se trata de este tipo de adornos por el original en japonés, “fūrin”). De esta forma, el autor se sitúa a sí mismo en un frío invierno que debe pasar en soledad, y lo compara con la felicidad del verano anterior, cuando su esposa colocó las campanillas, sin saber que nunca las podría descolgar. Además, Issa juega utilizando una palabra estacional de verano, los adornos, pero para situarnos justamente en sus antípodas.
“Cuánto disfruto / de todos mis viajes… / ¡Pero qué frío!”
La mayor parte de los viajes de Issa le llevaron a tierras al sureste del país, mucho más cálidas que Edo y, por supuesto, mucho más que Shinano. Por ello, el hecho de que destaque el frío como único inconveniente de sus constantes viajes, lleva a pensar que en realidad pueda estar hablándonos de otro tipo de frío, del que le causa el estar siempre solo, de aquí para allá, sin la calidez de un hogar.
“Noche de hielo. / En el registro anota, / tan sólo, ‘un hombre’.”
De nuevo el frío asociado a la soledad en sus viajes. Issa llega a una pensión en la que va a pasar la noche, para resguardarse de la helada, pero no vale la pena dar su nombre para el registro porque sólo está de paso, no tiene intención de quedarse más días. Así, sólo es necesario que anoten “un hombre”.
“Día de nieve. / La mosca sale y entra / de la cabaña.”
Los viajes que emprendió el autor a partir del momento en que se estableció de vuelta en su aldea, Kashiwabara, habiendo ya contraido matrimonio, le supusieron tener que abandonar el calor del hogar para salir al frío del exterior, abandonar el amor de su esposa para salir a la soledad del viaje una vez más. Issa, como la mosca, necesitaba volver a entrar en casa para guarecerse del frío.
El mundo ilusorio y fugaz
Kobayashi Issa, como he comentado en un apartado anterior, era un devoto budista, seguidor de la escuela Jōdo Shinshū, un tipo de Budismo de la Tierra Pura. Obviamente, sus creencias afectaron a todos los aspectos de su vida, y su obra literaria no es una excepción. De todas formas, esta secta budista en concreto tiene un carácter relativamente liberal, a diferencia, por ejemplo, de la seguida por Bashō. Esto le permite recurrir al universo budista como marco para sus poemas sin sentir la obligación de hacer referencia al mismo en todos ellos, pudiendo la mayor parte de las veces moverse en un contexto completamente secular. No obstante, aquí comentaré algunos de los muchos poemas en los que sí se puede apreciar un marcado tono budista, especialmente el concepto del mundo físico como ilusión y la fugacidad de todo lo que nos rodea.
“Nubes fugaces / con forma de montaña… / también fugaz.”
Que las nubes y las formas que puedan adoptar son algo efímero, es una opinión generalizada, pero para Issa, como devoto budista, incluso las montañas lo son. Todo lo que existe en el universo es efímero, pasajero, no importan las formas que pueda presentar, son ilusorias.
“Es este mundo / un mundo de rocío, / y sin embargo…”
Como he comentado anteriormente, este haiku fue escrito a raíz de la muerte de su hija Sato, en 1819. Issa acepta que el mundo físico, y con él todos nosotros, incluida su hija, es en realidad una ilusión efímera, utilizando la expresión “mundo de rocío” (en el original, “tsuyu no yo”), muy común a lo largo de toda la literatura con influencia budista. Pero, pese a aceptar esa condición, no puede evitar sentir el dolor y lamentarse de la perdida, de ahí la duda en el tercer verso.
“Acaba el año… / No importa lo que pase, / confío en Buda.”
Este poema está muy relacionado con el anterior, escrito en el mismo año, 1819, sirve para cerrar su diario poético Oraga haru (“Mi primavera”). El año que termina ha sido un año especialmente doloroso para Issa por la muerte de su hija Sato, pero pese a ello, aquí se reafirma en sus creencias y sigue confiándoselo todo a la providencia de Buda (en el original, “anata makase”).
“Mi vieja casa / es como es… / Vuelve la primavera.”
Famoso haiku que expresa perfectamente la forma en que Issa ve la vida, acepta las cosas tal como son, e incluso disfruta de ello. Encaja perfectamente con la idea budista de la naturalidad como único camino para alcanzar la Tierra Pura.
“Pájaro cuco, / en la vida anterior, / ¿fuimos parientes?”
Obvia referencia al concepto budista de la reencarnación, todos los seres somos al fin y al cabo parientes que van cruzándose en las distintas vidas que conforman el camino hacia la perfección y la iluminación.
“También la nieve, / que fugaz se derrite, / quiere ser Buda.”
En Japón, a los muñecos de nieve se les llama “darumas de nieve” (“yukidaruma”), siendo un daruma una representación del monje Bodhidharma, fundador del Budismo Zen; a veces, también se les llama “budas de nieve” (“yuki no hotoke”). Este poema nos habla de uno de estos muñecos de nieve que, fugaz, se derrite; no significaría nada más de no ser por la inclusión del “también” (en el original, “mo”), que nos hace ver que de lo que está realmente hablando es de nuestra propia fugacidad y de nuestro deseo de llegar a ser Buda, de llegar a alcanzar la iluminación.
Agradecimientos
Quiero dar las gracias de forma especial a la Editorial Juan de Mairena, con los que me puse en contacto para que me hiciesen llegar una copia de este libro lo antes posible y fueron todo amabilidad, preocupándose de enviármelo con urgencia, además les agradezco que hayan editado una obra como esta. También quiero agradecer de forma especial a Josep M. Rodríguez los correos que me envió cuando le contacté para alguna consulta y su preocupación por mi opinión sobre esta obra, espero que si lee esto se dé cuenta de lo mucho que me ha gustado; ahora soy yo el preocupado por su opinión acerca de este artículo.
Bibliografía
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Carter, Steven D. Traditional Japanese Poetry, an Anthology. Stanford: Stanford University Press, 1991.
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Cuartas Restrepo, Juan Manuel. Los 7 poetas del haikú. Cali: Universidad del Valle, 2005.
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Kobayashi Issa. The year of my life. Traducción y prólogo de Yuasa Nobuyuki. Berkeley: University of California Press, 1960.
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Ueda Makoto. Dew on the grass, the life and poetry of Kobayashi Issa. Leiden: Brill, 2004.
López-Vera, Jonathan. “Kobayashi Issa, motivos recurrentes” en HistoriaJaponesa.com, 2012.