Reconstrucción de un poblado Jōmon en Kagoshima
Técnicamente, no tendría que escribir acerca de los periodos iniciales de la historia de Japón puesto que son prehistoria y, por tanto, quedan fuera del ámbito estricto de este blog. Además, no son precisamente mi principal objeto de estudio, por lo que sé lo justito y necesario. Pero así como puedo pararme al llegar apenas al periodo Meiji, creo que, por el otro lado de la línea temporal, la cosa no funciona de la misma manera. No puedo explicar un periodo sin explicar el anterior, no tiene demasiado sentido. Por eso, quiero seguir tratando también, aunque sea mínimamente, los periodos prehistóricos. Retomo así el punto por el que nos habíamos quedado al final de la entrada sobre el Paleolítico para entrar en el considerado primer periodo de la Edad Antigua.
Al buscar información sobre el periodo Jōmon sueles encontrarte con que los libros que repasan la Historia Japonesa en general, le dedican muy poco espacio y dan una información bastante vaga y como deshilachada. Cuando recurres a bibliografía más específica o a colecciones de historia más completa como The Cambridge History of Japan, encuentras mucha más información, pero en su gran parte tiene un corte muy arqueológico, con largos listados de yacimientos y datos sobre lo encontrado en dichos lugares. Información sin duda muy interesante pero que creo que se aleja bastante de la temática de este blog y del carácter divulgativo con el que ha sido creado, intento hacerlo lo más ameno posible. Así pues, voy a intentar aportar quizá algo más de información que los primeros libros que comentaba pero no dar el tipo de datos que aparece en los segundos.
Según el cuadro de la página “Periodización”, el llamado periodo Jōmon transcurre en los años que van del 13.000 al 300 a.C., pero como ya he dicho varias veces, y no será esta la última, cuando hablamos de estos periodos las fechas que damos deben tomarse siempre con pinzas, como la suposición más aceptada actualmente, siempre sujeta a cambios. Lo que sí sabemos a ciencia cierta es que el nombre del periodo se traduce como “marcas de cuerda”, porque es así como decoraban las piezas de cerámica características de esta cultura. El nombre se lo dio el zoólogo estadounidense Edward S. Morse, uno de los muchos “expertos extranjeros” que llegaron a Japón tras la apertura del país en el periodo Meiji. Morse, profesor de la Universidad Imperial de Tokio, descubrió en 1877, mientras viajaba en tren desde Yokohama a la capital, el montículo de Ōmori (como nota que no viene al caso ni interesa a nadie, estuve viviendo un tiempo muy cerca de allí), convirtiéndose el lugar en la primera excavación de tipo arqueológico de la historia del país y explicando gran parte de sus misteriosos orígenes, que si hoy siguen bastante entre tinieblas, hace casi 150 años estaban en la más completa oscuridad. Más tarde, en la década de los ‘30s, el arqueólogo japonés Yamanouchi Sugao estableció una clasificación de cinco subperiodos dentro del periodo Jōmon, a los que más tarde se añadiría un sexto, el más antiguo, basándose en los diferentes tipos de cerámica y restos encontrados:
- Jōmon Incipiente 13.000 a.C. – 7.500 a.C.
- Jōmon Inicial 7.500 a.C. – 4.000 a.C.
- Jōmon Temprano 4.000 a.C. – 3.000 a.C.
- Jōmon Medio 3.000 a.C. – 2.000 a.C.
- Jōmon Tardío 2.000 a.C. – 1.000 a.C.
- Jōmon Final 1.000 a.C. – 300 a.C.
Con echar un vistazo a estas fechas, ya vemos por su redondez que se trata de aproximaciones, una vez más, estas fechas no son nada demostrado y aceptado por todos los estudiosos, y son sencillamente una guía. Porque, además, la cultura Jōmon se extendió por todo el archipiélago japonés, incluidos lugares que durante buena parte de la Historia Japonesa quedan excluidos, como las Ryūkyū y Hokkaidō, con lo cual, obviamente, los criterios para establecer el paso de un subperiodo al siguiente hacen variar enormemente las fechas de un lugar a otro. Es de suponer que una cultura de tantos miles de años de duración a lo largo de un territorio relativamente extenso debió dar por fuerza infinidad de subculturas, por lo que no tenemos más remedio que aplicar un reduccionismo más que notable a la hora de estudiarla.
Respecto a los habitantes de Japón en esta época, se cree que son los antepasados lejanos de la actual etnia ainu, de Hokkaidō. Su altura media era de unos 157cm. en hombres y 148cm. en mujeres y eran de complexión ancha y esqueleto pesado. En cuanto a su número, se cree que a principios del periodo había unos 20.000 individuos, en torno al año 5.000 a.C. la cifra habría subido hasta los 100.000, en el 3.000 a.C. a los 250.000, para volver a bajar hasta los 100.000 al finalizar el periodo. Solían vivir en zonas costeras, donde tenían un mayor acceso a fuentes de alimentación, aunque dichas zonas variaron a lo largo del periodo debido a cambios de temperatura durante todo ese tiempo que afectaron al nivel del mar, por lo que muchos restos se han perdido al haber quedado inundados. Sabemos que pasaron progresivamente de ser únicamente cazadores-recolectores nómadas a establecer campamentos bastante duraderos, sobre todo a partir del año 5.000 a.C., un sedentarismo que provocó un aumento notable en la población y la práctica progresiva de ciertos tipos de agricultura, a partir del 4.000 a.C., básicamente modificando y plantando raíces. No practicaban ningún tipo de ganadería, siendo el perro el único animal domesticado, y además de la caza conocían la pesca, que llevaban a cabo con redes y anzuelos hechos de hueso, buceando para recoger todo tipo de almejas y marisco, e incluso pescando atunes y bonitos en rudimentarias canoas fabricadas con troncos huecos. Podría decirse que la base de su dieta variaba estacionalmente, siguiendo el esquema primavera=marisco, verano=pesca, otoño=frutos secos, invierno=caza. Hacia el final del periodo se cree que se introdujo, en el sur del país y proveniente del continente, el cultivo del arroz y el mijo, aunque de forma poco extendida todavía. Así, Japón sería seguramente el último país de Asia en empezar a cultivar arroz.
La cerámica que da nombre a este periodo se considera la muestra más antigua de alfarería en todo el mundo, tratándose principalmente de vasijas para almacenar comida y, posteriormente, de figuras de uso supuestamente ritual. Esta alfarería fue sofisticándose con el paso del tiempo, aplicando motivos más elaborados e incluso la técnica del lacado. Llegó un momento en que la fabricación de estos objetos se convirtió en algo especializado, lo que sabemos por haber encontrado lugares con gran cantidad de objetos iguales, incluso en distintas fases de acabado y muchas veces elaborados con materiales de otras zonas, lo que nos da a entender que alguien más hábil o experimentado podía fabricar estos utensilios para otras personas.
Los asentamientos más o menos estables en los que vivían presentan casas de tipo semi-excavado en el suelo, con tejados de forma cónica en torno a una columna central, aunque con el paso del tiempo y al hacerse más sedentarios, fueron sofisticándose y haciéndose más complejas. Este sendentarismo además acentuó el interés por la vida social y cierta evolución de la religiosidad. Aparece el concepto del cementerio y la comunicación con los muertos a través de mediums y chamanes, se han encontrado esqueletos pintados de rojo con ocre, lo que nos da a entender que pudiera practicarse un segundo entierro y algunos esqueletos enterrados en posición fetal, lo que puede interpretarse como un intento de completar un ciclo vital. Además, sobre todo en la zona norte del país, se han encontrado grandes círculos de piedra que se cree podrían haber tenido un motivo ritual o de calendario. El auge de la fabricación de figuras también nos indica un aumento en el sentimiento religioso, sabiendo por ejemplo gracias a figurillas con motivos fálicos que conocían el papel masculino dentro de la fertilidad.
El final del periodo vendría dado por la llegada de nuevos pobladores, más civilizados, que irían desplazando a la cultura Jōmon, pero de esto hablaremos próximamente.
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Agradecimientos
Quiero agradecer a Judit Moreno la cesión de las fotografías marcadas con el logo de este blog, tomadas por ella misma en el British Museum de Londres.
Bibliografía
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Brown, Delmer M., ed. The Cambridge history of Japan, vol. 1, ancient Japan. Cambridge (Reino Unido): Cambridge University Press, 1993.
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Hall, John Whitney. El imperio japonés. Madrid: Siglo XXI Editores, 1973.
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Hane, Mikiso. Breve historia de Japón. Madrid: Alianza Editorial, 2000.
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Henshall, Kenneth G. A history of Japan: from stone age to superpower. Nueva York: Palgrave Macmillan, 1999.
López-Vera, Jonathan. “El periodo Jōmon (13.000 a.C. – 300 a.C.)” en HistoriaJaponesa.com, 2011.