Tenía que hablar de este tema para estrenar el blog, no podía ser de otra forma, no sólo por ser de mis favoritos, creo objetivamente que es uno de los temas más importantes de la Historia de Japón.
Introducción
El Japón de finales del s.XVI era un completo caos donde nadie y todos gobernaban. Oficialmente, el poder estaba en manos del shōgunato Ashikaga, aunque desde hacía bastantes décadas éste se encontraba muy debilitado y su control se había ido reduciendo cada vez más a los territorios más cercanos a la capital, Kioto. El resto del país estaba controlado por distintos daimyō regionales que habían ido ganando poder en parte gracias a dos factores: un crecimiento económico causado por un aumento en la producción agrícola y nuevos sistemas de impuestos, y la llegada de las armas de fuego, traídas por los europeos (portugueses y españoles). Así muchos de estos daimyō empezaron a verse a sí mismos con capacidad suficiente para conquistar todo el país, venciendo al resto de daimyō y al shōgunato. Este es, muy por encima, el ambiente que se vivía en esta época, conocida como periodo Sengoku (“países combatientes” o “país en guerra”), un estado de guerra constante en el que distintas provincias y clanes luchan entre ellos por el control del país, estableciendo todo tipo de pactos unos contra otros, ayudando al shōgunato cuando éste se veía amenazado para impedir el triunfo de una provincia enemiga, traicionando lo pactado cuando era necesario, enviando espías al enemigo, casando a parientes con dirigentes de otros clanes para sellar alianzas firmes, etc. En definitiva, una situación bastante complicada, muy interesante desde el punto de vista del estudio histórico porque en menos de un siglo pasaron muchísimas cosas, pero hoy sólo quería dar algunas pinceladas para situarnos.
Parecía que nadie iba a conseguir una victoria definitiva que acabase con esta situación de tablas, pero surgieron tres hombres que cambiarían la situación y conseguirían unificar el país de una vez por todas, acabando con la situación de desorden y llevando a Japón a casi tres siglos de paz y estabilidad. En la Historia Japonesa no abundan los nombres propios, es más una historia de clanes, familias y grupos en general, donde pocas personas han sobresalido individualmente, pero Oda Nobunaga, Toyotomi Hideyoshi y Tokugawa Ieyasu son tres grandes individuos aparecidos casi al mismo tiempo. Para expresar la diferente personalidad de cada uno de ellos, suele recurrirse a tres famosos senryū (poema parecido al haiku) que empiezan con el mismo verso pero terminan con una respuesta diferente, cada una otorgada a cada uno de estos tres personajes, vamos a ver qué dicen estos poemas.
Oda Nobunaga (1534-1582): si el cuco no canta, mátalo
Hijo de un gobernador militar de la antigua provincia de Owari (aproximadamente la mitad occidental de la actual prefectura de Aichi), puso la primera piedra en la construcción de un Japón unificado y en paz, aunque para ello tuviese que batallar constantemente y pasar por encima de algunas convenciones y tabúes de la época. Vio rápidamente que se hacía necesario un cambio de sistema y de estrategia, y no dudó en utilizar las novedosas armas de fuego traídas por los llamados “bárbaros del sur” (portugueses y españoles); ya en 1549, con apenas quince años, compró quinientas de estas armas para sus tropas.
La provincia de Owari y el clan Oda no eran en un principio de los más poderosos del país, pero a base de distintas alianzas y de importantes victorias en el campo de batalla, Nobunaga fue haciéndose cada vez más importante entre los distintos daimyō. La primera gran victoria la consiguió en la Batalla de Okehazama, al derrotar al daimyō Imagawa Yoshimoto, señor de la antigua provincia de Suruga (aproximadamente la actual prefectura de Shizuoka), en 1560. Con un ejército muy inferior al de Imagawa, unos 2.000 soldados contra 40.000, pero una estrategia de confusión y ataque por sorpresa muy bien planificado, fue capaz de hacerse con la cabeza de su enemigo, literalmente. Al vencer a Imagawa, consiguió que algunos de sus seguidores pasasen a servir al clan Oda, uno de éstos sería un joven llamado Matsudaira Motoyasu, más conocido posteriormente como Tokugawa Ieyasu. Además, esta victoria casi imposible le haría famoso en todo el país de la noche a la mañana. En los años posteriores emprendió una serie de ambiciosas conquistas, ya con la vista puesta en el objetivo de hacerse con el control de todo el país.
En 1568, Ashikaga Yoshiaki, hermano del shōgun recientemente asesinado, recurre a Nobunaga para que le ayude a hacerse con el shōgunato, que cree le pertenece por derecho, y Nobunaga ve la oportunidad de llegar con sus tropas a la capital, Kioto, con la legitimación que le da el estar ayudando a Yoshiaki a hacerse con el cargo. Consigue su objetivo y Yoshiaki, ya como shōgun, le ofrece el puesto de kanrei, que podríamos entender como vice-shōgun, aunque Nobunaga lo rechaza porque su objetivo está por encima de conformarse con ese lugar subordinado a Yoshiaki. Poco a poco va haciéndose con mayores cotas de poder, conquistando más territorios, tanto que el mismo shōgun empieza a sentirse amenazado e intenta establecer alianzas con distintos daimyō y algunas sectas budistas para derrotar a Nobunaga. Éste se ganó parte de su fama como guerrero cruel y despiadado al enfrentarse abiertamente a estas sectas budistas, consideradas tradicionalmente casi intocables a causa de su papel religioso. Pero el hecho es que jugaban un importante papel, como un daimyō más, y sus monjes guerreros eran tan combativos como cualquier soldado, así que Nobunaga decidió tratarles de la misma forma, como haría con cualquier otro enemigo. Es especialmente famoso su ataque al templo Enryakuji, que la secta budista Tendai tenía en el monte Hiei, en Kioto, en 1571. Pese a tratarse de una montaña y un templo considerados sagrados desde la antigüedad, Nobunaga no dudó en atacarlos y prenderles fuego por completo, dando orden de que no quedase nadie vivo, fuese monje, mujer o niño, masacrando así a unas 4.000 personas.
En 1573, el poderoso daimyō Takeda Shingen, unas de las principales amenazas para los objetivos de Nobunaga, muere por causas naturales (aunque esto no se acepta aún como un hecho probado) y Nobunaga puede enfrentarse directamente con el shōgun Yoshiaki, al que vence y obliga a exiliarse, perdonándole la vida. Es entonces cuando Nobunaga se otorga el título de daijō daijin, o Gran Ministro de Estado, y casi automáticamente se lo cede a su hijo. Es este momento el que suele utilizarse para dar por acabado el periodo Sengoku y el periodo en el que éste se engloba, el Muromachi, para dar inicio al corto periodo Azuchi-Momoyama, llamado así por el castillo que Nobunaga construiría en Azuchi y el que Hideyoshi construiría en Momoyama; otras fuentes prefieren usar la fecha de 1568, por la llegada de Nobunaga a Kioto; siempre hay distintas preferencias, como explico en la sección Periodización. Pese a haberse hecho con el control del gobierno del país, aún queda bastante lejos la pacificación de todas las provincias, por lo que una vez más, Nobunaga se lanza a una serie de batallas para aplacar a los clanes que se le oponen. Uno de los más poderosos es sin duda el clan Takeda, puesto en pie de nuevo por el hijo del fallecido Takeda Shingen, Katsuyori, a quien derrotaría en la famosa Batalla de Nagashino en 1575, gracias a un inteligente uso de las nuevas armas de fuego, no utilizadas por los Takeda.
En 1582, mientras se alojaba en el templo Honnōji de camino a una nueva batalla, Nobunaga se vio sorprendido por la traición de uno de sus más fieles generales hasta el momento, Akechi Mitsuhide, y terminó con su vida cometiendo seppuku. Murió así antes de haber visto completada la unificación del país, con aproximadamente un tercio del territorio bajo su dominio.
Más sobre Nobunaga aquí.
Toyotomi Hideyoshi (1537-1598): si el cuco no canta, convéncelo
Hideyoshi nació también en la antigua provincia de Owari, hijo de un simple soldado del ejército de los Oda. Siendo un niño, se dice que viajó por diferentes provincias trabajando al servicio de distintos señores, siempre en trabajos menores como mozo de cuadra o criado. De la misma forma, en torno a los veinte años entró al servicio del clan Oda, desempeñando también tareas de poca monta como portador de las sandalias de Nobunaga. Sus legendarias dotes de convicción y su talento natural para destacar por encima de los demás hicieron que protagonizase una carrera meteórica desde ese humilde puesto hasta daimyō y general de confianza de Nobunaga, encargándose incluso de importantes campañas como la conquista de las provincias del oeste del país y siendo decisivo en muchos de los logros de su señor.
Tras la muerte de Nobunaga, fue Hideyoshi quien acabó con Akechi Mitsuhide sólo dos semanas después de su traición. De esta forma, se colocó en una situación de ventaja para ser el sucesor de Nobunaga por delante de otros de sus principales generales, como Tokugawa Ieyasu. Él si terminaría imponiéndose sobre todas las provincias y unificando el país, por medio de métodos mucho más diplomáticos que los de su predecesor, a base de alianzas y perdonando a sus enemigos vencidos para utilizarlos a su favor. En 1585 obtuvo el título de kanpaku, regente, aunque como viene siendo habitual, abdicó en favor de su heredero, su sobrino Hidetsugu, para continuar ejerciendo el poder desde la sombra bajo el título de taikō, regente retirado, que es como se le conoce habitualmente en Japón. Prefirió ligarse más a la Familia Imperial y a la vida cortesana de épocas pasadas, quizá para legitimarse y alejarse de sus orígenes humildes, de ahí la elección del cargo de regente, más propio del pasado, con la familia Fujiwara durante el periodo Heian; tal vez también por su imposibilidad de optar al título de shōgun. Sea como sea, una vez en el gobierno del país, asentó las bases administrativas y legales sobre las que después Ieyasu construiría su shōgunato, siendo muy curioso que algunas de ellas fuesen la prohibición de pasar de una clase social a otra, impidiendo que, por ejemplo, un simple campesino portador de sandalias pudiese llegar a ser samurai.
Cuando por fin consiguió tener un hijo varón, obligó a su hasta entonces heredero, junto con toda su familia y servidores, a suicidarse, siendo uno de los hechos que suelen criticarse de la biografía de Hideyoshi, que podría calificarse de intachable hasta su llegada al poder pero que a partir de ese punto tiene algunos momentos más oscuros. Con Japón unificado, el taikō decidió que era un buen momento para lanzarse a conseguir una de las grandes ambiciones del país a lo largo de su historia, invadir China. Algunos de los motivos podrían ser la conquista de nuevos territorios con los que premiar a sus seguidores o quizá obligar a los Ming a reabrir el comercio con Japón, pero no tenemos constancia de ninguna de estas razones. Corea, estado protegido por China, se negó a colaborar con Hideyoshi, por lo que éste decidió conquistarles primero a ellos, y se embarcó en una gran campaña militar enviando un gran ejército de unos 160.000 soldados, que consiguió invadir el país aunque después debieron retroceder hasta Seúl, cuando al llegar a la frontera china, éstos les hicieron frente. Así, con Corea ocupada desde el sur hasta Seúl, se estableció una situación de tablas que duraría unos cuatro años. Intentó negociar con los Ming pero no se llegó a ningún acuerdo y entonces , en 1597, decidió enviar 140.000 soldados más, pero este segundo intento terminaría un año después, con la muerte del taikō.
Tokugawa Ieyasu (1543-1616): si el cuco no canta, espera
Hijo de un jefe militar de la antigua provincia de Mikawa (aproximadamente la mitad oriental de la actual prefectura de Aichi), vivió desde su infancia y hasta los dieciocho años de edad como rehén del clan Imagawa, una forma común de asegurarse la alianza subordinada de otro clan. Cuando Imagawa Yoshimoto cayó derrotado por Oda Nobunaga, Ieyasu pasó a servir al clan Oda y cambió su apellido, Matsudaira, por Tokugawa. Como aliado y servidor de Nobunaga, fue aumentando su poder y, para la muerte de su señor, ya controlaba cinco provincias. Pero optó por no enfrentarse con Hideyoshi por la sucesión y, por el contrario, cooperó con él en el proceso de unificación. Una de las batallas más decisivas en las que cooperarían sería el sitio al castillo de Odawara, base del poderoso clan Hōjō, en 1590. Tras la victoria, Ieyasu debería ceder sus tierras al taikō para, a cambio, pasar a ser el señor de la región de Kantō, decidiendo no establecer su base en Odawara sino construir una nueva ciudad en un pequeño pueblo pesquero, construcción que duraría unos quince años y daría lugar a la que, sólo un siglo después, sería la ciudad más poblada del mundo, Edo, actual Tokio.
No participó en la invasión de Corea, lo que le permitió unos años de paz en los que se dedicó a desarrollar la región de Kantō, ensayando unos sistemas de censo e impuestos que más adelante implantaría en todo Japón. Cuando, en 1598, Hideyoshi estaba en su lecho de muerte, eligió a sus cinco servidores más cercanos para formar un consejo de regentes que gobernase hasta que su hijo Hideyori pudiese hacerse cargo del poder. Obviamente, Ieyasu era uno de estos cinco regentes y, obviamente, no tardaron en aparecer tensiones entre dicho consejo. Ieyasu se posicionó como la mayor alternativa posible y reforzó su posición con una serie de alianzas casando a algunos de sus hijos e hijas con descendientes de distintos clanes y consiguiendo de esta forma valiosos apoyos. Así, pronto se establecieron dos bandos, el de los señores del este, con Ieyasu a la cabeza, y el de los señores del oeste, partidarios del hijo de Hideyoshi, con Ishida Mitsunari como líder.
Estas dos coaliciones se enfrentaron en la legendaria Batalla de Sekigahara, probablemente la más famosa e importante de la Historia de Japón, en septiembre de 1600, en la que Ieyasu se alzaría victorioso. En 1603 obtendría el título de shōgun, dando inicio así al periodo Edo, y sólo dos años después lo cedería a su hijo Hidetada, aunque, una vez más, Ieyasu continuaría gobernando en la sombra, bajo del título de ōgosho, o shōgun retirado. Dedicó sus últimos años a establecer las bases sobre las que funcionaría su shōgunato, que tendría que durar hasta 1868, y tomó algunas medidas como la prohibición del Cristianismo y la expulsión de todos los extranjeros (con algunas excepciones). También se encargó de solucionar el único cabo suelto que podría hacer peligrar la situación, el hijo de Hideyoshi que, pese a no tener demasiado poder, estaba empezando a provocar que algunos daimyō se rebelasen y le apoyasen como dirigente legítimo, en contra de Ieyasu. Así, en 1614 se inició el sitio al castillo de Osaka, donde residía Hideyori, quien se negó a rendirse y acabó siendo derrotado unos meses después, ya en 1615. De esta forma, con la desaparición de Hideyori, ya no existían peligros a la vista para la continuidad del shōgunato Tokugawa.
Ieyasu murió de causas naturales un año después, habiendo concluido, gracias a saber esperar su momento, la descomunal tarea empezada por Oda Nobunaga y continuada magistralmente por Toyotomi Hideyoshi, se hizo necesaria la colaboración de tres genios enormes para conseguir unificar Japón.
Bibliografía
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Hall, John Whitney. El imperio japonés. Madrid: Siglo XXI Editores, 1973.
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Henshall, Kenneth G. A history of Japan: from stone age to superpower. Nueva York: Palgrave Macmillan, 1999.
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Yamamura, Kozo, ed. The Cambridge history of Japan, vol. 3, medieval Japan. Cambridge (Reino Unido): Cambridge University Press, 1990.
López-Vera, Jonathan. “Los tres grandes unificadores” en HistoriaJaponesa.com, 2011.