Sabía desde hace años que Martin Scorsese estaba intentando sacar adelante el proyecto de hacer una película basada en la novela Silencio de Endō Shūsaku, pero supe que por fin su estreno estaba cerca hará cosa de tres o cuatro meses, y fue porque un seguidor de esta web me lo comentó, no recuerdo si en Twitter o Facebook. Desde entonces, han sido unos cuantos más los que de vez en cuando me han preguntado por lo mismo, sobre qué expectativas tenía acerca de la película, si creía que sería buena o no, si Hollywood volvería a hacer de las suyas –recordemos la última «versión» de los 47 rōnin–, si el libro valía la pena, etc. Así que casi sentía la obligación moral de ir a verla cuando se estrenase y explicar aquí qué me había parecido… y eso he hecho. Aprovecho para dar las gracias a todos los que me escriben para comentar o preguntar cualquier cosa relacionada con mi trabajo, por cierto.

El de la misión jesuita en el Japón de los siglos XVI y XVII es uno de los temas de la Historia Japonesa que más he trabajado y trabajo, y está estrechamente relacionado con la investigación de mi Tesis, con lo cual está claro que antes o después tenía que ver esta película, pero ya había leído el libro y no soy especialmente cinéfilo, así que de no ser por la necesidad de tener algo que decir acerca de ella me habría esperado tranquilamente a poderla ver en mi casa cuando estuviese disponible. Antes de empezar quiero dejar claro, como ya he dicho las pocas veces en las que he reseñado alguna obra aquí –básicamente Ran y The Last Samurai–, que no voy a comentar aspectos artísticos o técnicos, principalmente porque no tengo ni idea de cine y mi opinión tendría la misma validez que la de cualquier catedrático de barra de bar, yo voy a hablar principalmente de la parte tocante a la Historia, y también de algunas diferencias que he apreciado con respecto al libro… y con esto no quiero decir que sobre estos aspectos mi opinión sí tenga la mayor de las autoridades, pero por lo menos es la de alguien que, mejor o peor, se dedica a estos temas.

Antes de ir a ver la película tenía curiosidad, como suele pasar siempre que se va a ver la adaptación al cine de una novela que has leído, por saber cómo se habría adaptado el Silencio de Endō a una película –hay una japonesa del año 1971, pero no la he visto. Siempre es difícil traducir un libro de literatura a cine, y contamos con innumerables y catastróficos ejemplos de esta dificultad, pero este caso me parecía especialmente complicado. Porque Silencio es un libro bastante breve, y más de la mitad del mismo está formada por el monólogo interior de su protagonista, el padre Rodrigo –en la traducción inglesa y, por tanto, en la película, Rodrigues–, algo que siempre es especialmente difícil de reflejar en una película, porque no suele funcionar lo de colocar una voz en off que vaya leyendo todas esas partes, acabaría siendo un audiolibro y no una película. Esta parte está bastante bien resuelta, pero no lo suficiente, en mi opinión. El libro es, básicamente, la historia de la lucha interior de Rodrigo, de un cuestionamiento de su fe a raíz de lo que vive desde su llegada a Japón. No es más que eso, que no es poco. En la película no he visto reflejado suficientemente ese aspecto, que considero fundamental. En algún momento parece incluso que es su compañero, el padre Garrpe, quien pone todo en duda, mientras que Rodrigo se mantiene firme en sus convicciones. Pero esta no es la mayor de las diferencias que he encontrado entre libro y película, ni mucho menos, y esta la podemos atribuir a esa dificultad por llevar a la pantalla la voz de un narrador que, a lo largo de las páginas, nos puede explicar los pensamientos más íntimos de los personajes. La mayor de las diferencias es otra, pero hablaremos de ella al final, puesto que se trata de eso precisamente: del final.

Los padres Garrpe y Rodrigo, en Macao, antes de embarcarse hacia Japón

Desde un punto de vista histórico, nada que objetar, todo correctísimo, aunque esto no es virtud de la película sino del libro, pero en la adaptación tampoco he apreciado que se haya cambiado nada que afecte a este aspecto. La historia se sitúa en el Japón de finales de la década de 1630, son tiempos pues del shōgun Tokugawa Iemitsu (1604-1651, en el cargo desde 1623 y hasta su muerte) quien, como sus dos antecesores –era nieto de Tokugawa Ieyasu (1543-1616)–, se mostró abiertamente contrario a la difusión del cristianismo en Japón, pero lo persiguió aún más decididamente que ellos. Fue Iemitsu quien hizo realmente efectivas las políticas de prohibición del cristianismo que encontramos ya en el gobierno Tokugawa desde 1614 e incluso en el de Toyotomi Hideyoshi (1537-1598) ya en 1587; y fue también Iemitsu quien acabó expulsando a todos los europeos de Japón, fuesen religiosos o no, con la única excepción de los comerciantes holandeses de Dejima. Por tanto, para cuando los dos protagonistas de nuestra historia, los padres Rodrigo y Garrpe, llegan a Japón, en 1639, la antaño supuestamente exitosa misión jesuita allí está ya viviendo sus ultimísimos momentos de vida.

El padre Ferreira

Y Endō no sólo sitúa su historia correctamente dentro de la Historia, resulta que además su historia es Historia. Me explico. Lo que sucede en el libro y la película está basado en un hecho real, el de la apostasía del padre Cristóvão Ferreira (c.1580-1650), posteriormente conocido como Sawano Chūan. También son reales otros de los personajes que aparecen en la historia, como Inoue Masashige (1585-1661), de quien siempre se ha dicho que tenía una relación sentimental con Tokugawa Iemitsu; el jesuita Alessandro Valignano (1539-1606) –quien aparece en varios artículos de esta web–, aunque como veis por las fechas junto a su nombre, llevaba décadas muerto para cuando empieza nuestra historia; y otros nombres que aparecen citados aquí y allá, como los jesuitas Francisco Javier (1506-1552) o Francisco Cabral (1529-1609). El personaje protagonista, por otro lado, aunque basado también en un personaje real, el jesuita italiano Giuseppe Chiara (1602-1685), está mucho más ficcionado, de ahí que Endō le cambiase el nombre e incluso la nacionalidad, algo desde mi punto de vista muy de agradecer cuando se ficciona un personaje real y se le hace pensar y actuar de una manera distinta. El autor no puede saber si Chiara tuvo esa lucha interna de la que hablábamos antes, pero si puede decir que la tuvo Rodrigo, puesto que es un personaje de su creación.

Así pues, con la excepción de la licencia que se toman con Valignano, nada que criticar desde un punto de vista histórico. Podríamos ponernos puntillosos destacando que la película da la impresión de que cualquier campesino de cualquier villorrio perdido en el sur de Japón en el siglo XVII sabía hablar en portugués… cuando hoy día cuesta encontrar a japoneses en Tokio que sepan algo de inglés. Pero esta licencia debe ser comprendida, en teoría es más fácil para el público de la película que los personajes japoneses hablen en inglés –que representa ser portugués– a ver una película enteramente hablada en japonés, o buscar cualquier otra forma de solucionar este problemilla. En el libro, se supone que Rodrigo y Garrpe han estudiado japonés antes de llegar a Japón, algo que por otro lado era bastante habitual entre los jesuitas que eran destinados allí. Pero, como decía, no es algo a tener en cuenta más allá de que resulte curioso.

Kichijirō, el particular Judas del padre Rodrigo

En mi opinión, lo más destacable de esta película, y no para bien precisamente, es el cambio respecto al libro de algunos pequeños pero importantísimos detalles de la parte final que cambian el significado de la historia y la idea con la que sales de la sala de cine si no has leído la novela –que diría que es el caso de la mayor parte del público. Entiendo que un director tiene derecho a hacer la película que quiere, aunque la base en un libro, y más si es un director consagradísimo como Martin Scorsese, que supongo que puede hacer y deshacer como le venga en gana. Pero no acabo de ver con buenos ojos que se le cambie el significado. En el libro –y aquí es donde se supone que tengo que advertir de que voy a reventar la historia a quien aún no la conozca–, Rodrigo acaba apostatando después de todas las dudas y la batalla interna de la que hablaba antes, lo hace en el mismo momento concreto que en la película, para salvar la vida de unos campesinos, sí, pero su principal motivación es que, como él mismo nos dice poco después, «me he convencido de que el Dios que predica el clero en las iglesias y mi propio Dios son dos seres distintos». Rodrigo apostata porque deja de ser católico. Lógicamente, no pasa a ser budista ni se «japonesiza» como parece durante el resto de su vida, él sigue creyendo en ese Dios suyo, pero en el catolicismo, y más el de aquella época post-Reforma, no se admiten personalizaciones a la medida, se cree en el Dios católico, tal y como la Iglesia dice que es, o no se cree. Y Rodrigo ya no cree en ese Dios. En cambio, en la película –donde, como decía antes, nos hemos perdido gran parte de las dudas de fe del protagonista–, cuando Rodrigo muere, ya anciano, y es incinerado en un funeral budista, vemos como lleva escondido entre sus manos un diminuto crucifijo. Parece un pequeñísimo detalle pero, si no has leído la novela, la idea con la que sales tras esa última imagen es la de que Rodrigo sigue siendo católico, que ha vencido, que los ha tenido a todos engañados y sólo ha fingido haber dejado de ser católico para proteger a los cristianos japoneses.

Endō Shūsaku y Martin Scorsese

Tanto Endō como Scorsese son –era, en el caso del primero– católicos ellos mismos, pero el primero manifestó en más de una ocasión que esa condición nunca había sido una carga fácil de llevar, que le era muy complicado compatibilizarla con el hecho de ser japonés, poniendo el ejemplo de un traje que no estaba hecho para él, y en su obra encontramos distintos ejemplos de este sentimiento de incomodidad. El caso de Scorsese lo desconozco algo más, pero es público y manifiesto que se considera a sí mismo católico romano, y no parece albergar tantas dudas como Endō al respecto. Quizá quepa buscar en estas dos formas distintas de entender y vivir su religión el pequeño pero fundamental cambio en el final de ambas obras.

Como apunte final, leí hace poco que Scorsese había hecho un pase de su Silencio en el Vaticano, antes de que se estrenase en cines, para unos cuatrocientos sacerdotes jesuitas. Donde lo leí no decía nada de lo que a mí me habría interesado más saber: la reacción de estos sacerdotes tras ver la película. Pero algo me dice que, a ellos, les gustó más la película que el libro.

Bibliografía

  • Endō Shūsaku. Silencio. Barcelona: Edhasa, 2009.

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López-Vera, Jonathan. “Acerca de la adaptación de ‘Silencio’ por Martin Scorsese” en HistoriaJaponesa.com, 2017.