Como ya he comentado alguna otra vez, no creo que en este blog escriba sobre acontecimientos posteriores al periodo Meiji, aunque todo se andará, de momento esa es mi intención. He adaptado para publicar aquí un trabajo escrito recientemente con el nombre Fukuzawa Yukichi, la independencia nacional a través de la independencia individual como motor de la modernización en Meiji, para hablar un poco sobre una de las figuras que me parece más interesante de este periodo de la Historia Japonesa.
Introducción
“The most popular and influential thinker in Meiji Japan was undoubtedly Fukuzawa Yukichi” (Craig, 1991). Así empieza el epílogo de la autobiografía del mismo Fukuzawa Yukichi, y palabras muy parecidas aparecen en casi cada referencia a este pensador en cualquier libro sobre Historia o Pensamiento Japonés, destacando siempre su papel como ideólogo principal de los múltiples cambios acaecidos en Japón en las pocas décadas del final del periodo Tokugawa y Meiji. Escribió mucho y sobre los más diversos temas, “whereas many figures represent various aspects of the modern spirit in Japan, Fukuzawa does so completely” (Bellah, 2003); por lo que para este breve artículo me veo obligado a circunscribirme únicamente a una de sus ideas principales, y me ha parecido interesante aproximarme al concepto de la relación bidireccional entre independencia nacional e independencia individual, uno de los ejes sobre los que construiría gran parte de su pensamiento.
Breve biografía
Nacido en 1835, en el seno de una familia samurai de bajo rango, Fukuzawa Yukichi fue enviado a Nagasaki con apenas 19 años con la misión de estudiar acerca de las armas occidentales y el idioma holandés, en el mismo momento en que la presión internacional obligaba a Japón a abrirse al resto del mundo. Durante los más de dos siglos en que el Japón Tokugawa estuvo cerrado al extranjero, únicamente a los holandeses se les permitía comerciar y sólo en la pequeña isla artificial de Dejima, en Nagasaki. Algo después, en 1858, visitó la ciudad portuaria de Yokohama y descubrió con sorpresa que ninguno de los extranjeros que allí se encontraban hablaba holandés, y que éste no tenía el papel de lingua franca que los japoneses le atribuían, “when I tried to speak with them, no one seemed to understand me at all” (Fukuzawa, 1899). Como más tarde dejaría ver su teoría, Fukuzawa era un decidido defensor del pragmatismo y la adaptación a las circunstancias cambiantes, lo que empezó a poner en práctica en aquel momento, comenzando ese mismo día a dedicarse al estudio del inglés, “a man would have to be able to read and converse in English to be recognized as a scholar in Western subjects in the coming time (…) it was not the time to be sitting still” (Fukuzawa, 1899). Sólo dos años más tarde formaría parte de una misión del shōgunato a EE.UU., visitando poco después varios países europeos durante un viaje de un año al viejo continente.
Fue al regresar cuando publicó su famoso libro Condiciones en Occidente (1867-1870) obra que le convertiría en uno de los principales intérpretes de la cultura occidental para los japoneses. Aún cosecharía un éxito mayor algo más tarde con su libro El estímulo del aprendizaje (1872-1876), del que se vendieron nada menos que tres millones y medio de ejemplares, “it became the textbook of an age” (Jansen, 2000). En esta obra aparece ya uno de sus principios más importantes, el de la independencia nacional mediante la independencia personal, además de enfatizar la gran necesidad de un nuevo tipo de educación, “the need for an education that would build independence and foster practicality, in contrast to what he considered the impractical and uneconomic moralities of Confucianism and nativism” (Jansen, 2000). Precisamente por ello, él mismo fundó su propia escuela, llamada Keiō Gijuku, que con los años se convertiría en la Keiō Gijuku Daigaku, en Tokio, la más importante universidad privada del país en la actualidad. Más tarde puso en marcha también su propio periódico, que serviría de tribuna para sus numerosos escritos desde ese momento, sobre los más diversos temas, ya fuese política nacional o internacional, economía, educación, lenguaje, derechos de la mujer, etc.
Independencia individual
Tanto desde sus aulas como desde las páginas de su periódico, Fukuzawa insistió siempre en la importancia de la independencia individual, “he sought to give the example of an individualist, a critical thinker, independent of power (…) one of the first —and still uncommon— examples of an independent Japanese intellectual” (Buruma, 2003), consecuentemente, nunca formó parte de ningún gobierno pese a recibir numerosas peticiones para ello. Ya en un artículo de 1867 hablaba sobre la importancia de la independencia del individuo al decir “each individual is independent and society is for the good of all. Man is born free. The right to freedom and independence which he receives from heaven cannot be bought or sold” (recogido en Fukuzawa, 1899). Como he comentado en la sección anterior, también en El estímulo del aprendizaje afirmaba la importancia de la independencia individual como único camino para la independencia nacional, en un momento en que el país corría el serio peligro de ser arrollado por el feroz imperialismo europeo, tal y como le había sucedido a China pocos años antes. Así, en una sección dedicada a este tema, Fukuzawa comenta “As I have said above, all nations are equal. But when the people of a nation do not have the spirit of individual independence, the corresponding right of national independence cannot be realized” (Fukuzawa, 1872-1876). De esta forma, en cierto modo podemos decir que la defensa de la independencia personal que hace Fukuzawa es más por el bien final del país que por el del individuo mismo, lo que encaja con una de las máximas en boca de todos durante Meiji, “kuni no tame” (por el país).
En cuanto a la independencia del individuo frente a las leyes del país, Fukuzawa opina que en principio debe obedecerlas, pues el gobierno actúa y legisla en representación de los individuos que forman el país, así desobedecer las leyes no es más que una desobediencia a uno mismo. Pero, cuando el gobierno no actúe de forma virtuosa, esto es, siguiendo la voluntad del pueblo, el individuo no debe obedecer sus leyes, porque esto iría en contra de la naturaleza y además crearía un mal ejemplo para generaciones venideras. En El estímulo del aprendizaje afirma que, en estos casos, la solución no debe pasar nunca por el uso de la violencia porque ello podría desembocar en una guerra civil, sino por el uso de “la acción moral y el auto-sacrificio” (Fukuzawa, 1872-1876); tanto para lo bueno como para lo malo, el pueblo tiene siempre el gobierno que se merece, “if the people all devote themselves to learning, studying the principles of things, and acquiring the habits of civilization, then the government’s laws will become more lenient and more in accord with virtue” (Fukuzawa, 1872-1876). De todo ello se extrae la misma idea básica, el individuo debe mantener su independencia acorde a la virtud, incluso cuando ello vaya en contra del gobierno, para así ayudar al país a progresar y, de la misma forma, mantener su independencia dentro del turbulento escenario internacional.
Independencia nacional
En cuanto al concepto de independencia nacional, se hace necesario tener en cuenta el delicado momento por el que Japón, así como el resto de Asia e incluso del mundo, estaba pasando. El imperialismo de las grandes potencias occidentales estaba apoderándose del globo, Japón había sido obligado por la fuerza a abrirse al comercio internacional y no era más que “a disadvantaged latecomer to the goods of the modern world, in effect a poor boy among the wealthy” (Jansen, 2000). Además, había sido testigo de cómo su referente cultural durante siglos, China, había sido pisoteada y humillada ante su negativa a colaborar con las potencias de la forma que ellas pretendían.
Para Fukuzawa, la característica esencial de la política nacional debe ser la autonomía, no puede en ningún caso darse la primera sin tener la segunda. Japón, hasta ese momento, no había perdido jamás su independencia, y Fukuzawa afirmaba que la casa imperial, con su línea hereditaria ininterrumpida, era “a symbol of its kokutai (national polity) that has never fallen into foreign hands” (Craig, 1991). De la misma manera que un país debe permanecer autónomo e independiente, tampoco debería atentar contra la autonomía e independencia de otros países, en El estímulo del aprendizaje hay una sección con el título Countries are equal donde podemos leer que, tal y como un hombre no debería herir a otro, la misma regla aplica si se trata de millones de hombres, pues los principios de las cosas no cambian dependiendo de las cifras implicadas. Critica además a los países que, como China, desprecian al resto de pueblos aplicándoles el calificativo de “bárbaros” y, sin medir bien las fuerzas, intentan expulsarlos de su territorio por la fuerza, lo que provoca finalmente un duro castigo por parte del enemigo.
Como muestra de la importancia de Fukuzawa, vale la pena comentar que su imagen lleva muchos años apareciendo en los billetes de 10.000 yens, los de mayor valor
Es dentro de este contexto donde debe situarse uno de sus textos más polémicos, Datsuaron, algo así como “salir de Asia”, de 1885, aunque algunos estudiosos afirman que en su momento pasó bastante desapercibido y fue muy a posteriori cuando surgió la controversia. En todo caso, en este artículo Fukuzawa se muestra desencantado por la forma en que China y Corea no han sabido reaccionar ante la llegada imparable de la civilización occidental, a la que compara con una epidemia de sarampión. Podemos resumir la base de este artículo con un breve fragmento, “If one observes carefully what is going on in today’s world, one knows the futility of trying to prevent the onslaught of Western civilization. Why not float with them in the same ocean of civilization, sail the same waves, and enjoy the fruits and endeavors of civilization?” (Fukuzawa, 1885). Así, mientras que otros países vecinos han querido resistirse a la llegada de Occidente y han sucumbido en el intento, Japón debe aprovechar la oportunidad tratando de ponerse a su altura, desmarcándose de Asia si es necesario, siendo independiente del resto de países del continente para así no tener que pasar a depender de las potencias occidentales, porque “without confronting the incoming wave of Western civilization and pursuing the necessary sociopolitical changes, Fukuzawa argues, Japan may lose its national independence” (Ching, 2007). Fukuzawa reconoce abiertamente la superioridad manifiesta de Occidente, “In Japan’s present conditions there is nothing in which we may take pride vis-à-vis the West” (Fukuzawa, 1899), por lo que no ve más camino inteligente que la adaptación pragmática a las nuevas circunstancias para mantener la independencia nacional, desvinculándose de cualquier tipo de dependencia cultural o histórica. Este mensaje de desmarcarse del resto de Asia “caló tan hondo en la cultura japonesa, que aún hoy muchos japoneses tienen problemas para autodefinirse como asiáticos” (Uribarri, 2009).
Conclusión
Todos sabemos de las terribles consecuencias que tuvieron los nacionalismos llevados al extremo durante el s.XX, el japonés entre ellos. Obviamente, el auge expansionista militar de inicios del periodo Shōwa es deudor de las teorías nacionalistas surgidas durante el periodo Meiji, como las promovidas por el mismo Fukuzawa Yukichi, “Meiji nationalism all too quickly took on monstruous proportions, serving as the justification for imperialism and domestic political repression” (Barshay, 1988); pero de la misma forma se puede decir, sin pretender disculpar a nadie, que el nacionalismo Meiji es consecuencia directa del feroz imperialismo occidental, “in a brutal world where principles are created only by money and guns, it is necessary to rely on one’s own strength” (Craig, 1991). Así como a principios del s.XVII el shōgunato Tokugawa decidió cerrar el país casi por completo a toda influencia extranjera al ver lo que había sucedido en América o Filipinas, los dirigentes del Japón de finales del s.XIX decidieron convertir el país en una potencia como las occidentales al ver lo que había sucedido en China.
Japón tuvo que hacer en décadas lo que otros países habían hecho en siglos, pasando de ser una sociedad feudal (con miles de matices, está claro) a una sociedad de las más industrializadas y modernas del mundo en un tiempo récord. Para ello fue necesaria la colaboración y fuerza de voluntad de todo el pueblo japonés pero, igual de importante, el pensamiento de unos cuantos ideólogos entre los cuales destaca sin ninguna duda la figura de Fukuzawa Yukichi.
Bibliografía
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