Al terminar el artículo acerca de la Restauración Kenmu habíamos dejado a Ashikaga Takauji siendo nombrado shōgun por el emperador, inaugurando así tanto el shōgunato Ashikaga como el periodo Muromachi (1336-1573). A este periodo –dentro del que a su vez se engloba el periodo o subperiodo Sengoku (1477-1573)– le hemos dedicado ya numerosos artículos, pero éstos han estado enfocados a algunos aspectos concretos del mismo y no al periodo en sí, así que esto es lo que haremos a continuación.
El periodo Muromachi recibe su nombre de la zona de Kioto en la que Ashikaga Takauji (1305-1358) instaló su gobierno, siguiendo así una estrategia opuesta a la de Minamoto Yoritomo (1147-1199), quien en 1185 había instalado su shōgunato lejos de la capital para escapar de las presiones de la corte. Por su parte, la motivación de Takauji para establecer su base en Kioto era doble: por un lado, quería poder controlar a la corte de cerca, lo que era comprensible después de haber sido testigo directo de cómo ésta había hecho caer al bakufu anterior; pero, sobre todo, necesitaba la legitimidad que la corte le podía aportar, porque su shōgunato no tenía tanto poder como había tenido el de Kamakura –y aún menos que el que tendría el posterior, el Tokugawa. De hecho, a lo largo de sus más de dos siglos de duración, el bakufu Ashikaga nunca conseguiría gobernar directamente sobre todo Japón y tendría que confiar en líderes de clanes samuráis locales, convertidos en shugo –el cargo creado por Yoritomo y que equivale a una especie de gobernador–, quienes gozaban de una gran autonomía y poder en sus territorios. El pobre control del gobierno central sobre las zonas alejadas de la capital y el consecuente empoderamiento de los señores regionales sería, a la postre, uno de los principales factores causantes de su caída, pero no nos adelantemos.
Pese a haberse hecho –teóricamente– con el control del país, las primeras décadas de su gobierno no serían en absoluto tranquilas para los Ashikaga, pues tanto Takauji como su hijo y sucesor, Yoshiakira (1330-1367) pasarían sus días ocupados en constantes guerras contra la Corte Imperial. Concretamente, contra la Corte Imperial del Sur. En el artículo sobre la Restauración Kenmu se dijo que, al conquistar la capital, Takauji había obligado al emperador Go-Daigo (1288-1339) a entregar los Tesoros Imperiales al príncipe Yutahito (1322-1380), convirtiéndose así éste en el emperador Kōmyō, pero que posteriormente el mismo Go-Daigo huiría a Yoshino, cerca de Nara, y afirmaría seguir teniendo los Tesoros Imperiales porque lo que había entregado a Takauji no eran más que réplicas y que por tanto él seguía siendo el emperador. De esta forma nos encontramos con que durante casi todo lo que resta de siglo XIV en Japón coexistirían dos cortes imperiales, cada una con sus respectivos emperadores: la del norte en Kioto y la del sur en Yoshino. En la primera ocupaban el trono emperadores de la línea Daikakuji y en la segunda de la Jimyō-in –explicamos el origen de estas líneas al final del artículo sobre el periodo Kamakura. Estas décadas constituyen un subperiodo dentro del periodo Muromachi, el llamado Nanbokuchō (1336-1392) o “de las cortes sur y norte”.
Como adelantábamos antes, esta coexistencia no fue precisamente pacífica, y no sería hasta 1392, durante el gobierno del tercer shōgun Ashikaga, un nieto de Takauji llamado Yoshimitsu (1358-1408), que se pondría fin al conflicto. Para conseguirlo, Yoshimitsu prometió a la corte del sur que desde ese momento se volvería al antiguo sistema de sucesión alterna entre las líneas Daikakuji y Jimyō-in, una concesión que fue aceptada por el nieto de Go-Daigo que reinaba entonces desde Yoshino, quien accedió a volver a Kioto, dando así por finalizada la dualidad de cortes. Cabe decir que Yoshimitsu nunca cumplió su promesa y la línea Jimyō-in desapareció, pero esto no ocasionó ninguna nueva rebelión.
Yoshimitsu, con los hábitos de monje budista que adoptó tras abdicar
Habiendo acabado con el conflicto, Ashikaga Yoshimitsu pudo dedicarse por fin a otros asuntos, siendo el prioritario acaparar tanto poder como fuese posible. Aunque el cargo de shōgun lo colocaba ya en lo más alto de la escala militar, Yoshimitsu ansiaba estarlo también dentro de la escala cortesana, y acabó consiguiéndolo. Además, sus ansias de poder y de legitimidad del mismo no se detuvieron en las fronteras de Japón, puesto que decidió retomar el contacto con Corea y China –prácticamente interrumpido hacía siglos– para recibir a cambio, además de los beneficios económicos que podía reportarle el comercio con ellos, el reconocimiento de la dinastía Ming (1368-1644) como “rey de Japón”. Para ello era necesario volver a entrar en el famoso sistema tributario chino, reconociendo a este país como superior, algo a lo que Japón había sido reticente incluso en las etapas en las que, efectivamente, participó del sistema. Pero del papel japonés dentro del sistema tributario chino hablaremos en un próximo artículo, así que de momento lo dejaremos aquí.
Yoshimitsu también introdujo durante su gobierno algunos importantes cambios políticos, como la creación del puesto de kanrei, una especie de viceshōgun, cargo que con el tiempo iría ganando más y más importancia en detrimento del poder del propio shōgun –algo parecido a lo que había sucedido con los shikken del shōgunato Kamakura–, y que sería casi siempre ocupado por un miembro de las familias Hosokawa, Shiba o Hatakeyama. Otro importante cambio político fue el de establecer la necesidad de demostrar parentesco con los Minamoto como condición para acceder al puesto de shōgun, algo que tendría no pocas consecuencias dos siglos más tarde. En 1395 Yoshimitsu decidió abdicar en favor de su heredero aunque –como hemos visto ya una infinidad de veces– siguió ejerciendo el poder en la sombra hasta su muerte trece años después.
Ashikaga Yoshimasa
Tras la muerte de Yoshimitsu –el más importante de los Ashikaga, sin duda– el shōgunato empezó a entrar en decadencia sobre todo a causa de su deficiente control fiscal, que empobreció al gobierno y necesitó de medidas urgentes como una subida generalizada de los impuestos, que llegaron en algunos casos al setenta por ciento de la cosecha, o la creación de un sinfín de nuevas tasas sobre todo tipo de actividades y productos, o de peajes por utilizar los caminos. Todo esto desembocó en el empobrecimiento del campesinado, lo que provocó situaciones de hambruna a mediados del siglo XV e importantes revueltas campesinas, que fueron cruelmente sofocadas, contribuyendo así aún más al descontento popular. En las zonas más alejadas de la capital, los shugo aplicaron las mismas subidas de impuestos, lo que los enriqueció aún más, volviéndose así más poderosos –algo que tendría importantes consecuencias posteriormente.
El Ginkaku-ji o Pabellón de Plata –pese a no haber estado nunca recubierto de ese metal–, ordenado construir por Yoshimasa a semejanza del Kinkaku-ji o Pabellón de Oro, que había sido construido por su abuelo Yoshimitsu –en la foto que encabeza este artículo–, ambos en Kioto
Por su parte, las élites samuráis de Kioto sucumbieron a la placentera vida de la capital, entrando en una espiral de lujos, consumo y endeudamiento que hizo que el bakufu acabase teniendo que decretar amnistías que anulasen las deudas contraídas con prestamistas –normalmente comerciantes y artesanos–, lo que perjudicó finalmente al comercio y la industria. Pero no sólo las élites fueron seducidas por el estilo de vida de la capital, el propio shōgun fue también partícipe de este comportamiento hedonista, siendo el caso más claro de ello el de Ashikaga Yoshimasa (1436-1490), nieto de Yoshimitsu, quien en 1460 quiso abandonar su puesto, pero en este caso no para seguir ejerciendo el poder como shōgun retirado sino para poder dedicarse a vivir la vida en la corte. No teniendo hijos en quienes poder abdicar, hizo que su hermano Yoshimi (1439-1491) abandonase los hábitos de monje para entonces adoptarlo y nombrarlo su heredero. Pero durante los cinco años transcurridos antes de poder hacer efectivo el traspaso de poder, Yoshimasa tuvo por fin un hijo, Yoshihisa (1465-1489). La madre del recién nacido presionó para que éste fuese el heredero al puesto de shōgun, y rápidamente se crearon dos bandos en el bakufu y la corte, complicándose la situación además con disputas sucesorias entre las familias que ocupaban el cargo de kanrei. En 1467 las tensiones acabaron convirtiéndose en un conflicto militar conocido como la guerra Ōnin, que en sí mismo duraría diez años y destruiría casi completamente la capital, pero que sería aún más importante por dar paso a casi cien años de guerra civil en todo Japón, el periodo –o subperiodo– Sengoku.
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