Hoy hemos vuelto al esquema de clases por la mañana y visita por la tarde, que es más interesante tanto para mí como para los que leéis esto, supongo. El pronóstico del tiempo para hoy daba una alta probabilidad de lluvia por la tarde, así que la cosa no pintaba muy bien para nuestra excursión a Futami pero, por suerte, no ha sido así.
Nuestro microbús de hoy
Las dos clases de la mañana han estado dedicadas al intercambio cultural de Ise con el resto del país, ambas a cargo del profesor Okada. Con él hemos aprendido muchas cosas interesantes, como que Ise tiene ese papel de lugar relacionado con la diosa Amaterasu porque para los habitantes de la zona central del país –Kioto, Nara, etc.– Ise era el territorio más al este y, por lo tanto, más cercano al mar de donde cada día nacía Amaterasu, el sol. También ha sido curioso aprender que «mar» en japonés se dice «umi» por relación al vebo «umareru» («nacer»), por ese mismo motivo, porque es de donde nace el sol. También han salido por ahí Luís Frois y los jesuitas, Oda Nobunaga y Toyotomi Hideyoshi, así que me he encontrado en mi salsa en esta clase.
Después de comer, nos ha pasado a recoger un cómodo microbús –distinto al carismático autocar que nos ha trasladado arriba y abajo hasta hoy– y nos ha llevado al primero de los sitios que hemos visitado esta tarde, en Futami, que ahora es un barrio de Ise pero hasta hace muy poco era un municipio propio. Este primer sitio era algo muy curioso, un pedazo de terreno cuadrado, rodeado por un pequeño canal de agua, cerrado por una valla y con un torii marcando su condición de lugar shintō. Y ¿qué se hace en este terreno? Pues sal. Según nos ha explicado el guía que nos ha acompañado toda la tarde, una sal elaborada con una mezcla de agua dulce y salada, siguiendo un proceso muy ritualizado, que se utiliza después en diversas ceremonias. Entonces hemos visitado un pequeño santuario en el que durante dos meses al año se elabora esta sal, y resulta que uno de esos dos meses es marzo, así que hemos tenido la suerte de poder ver a través de una puerta a uno de los encargados de ello en plena faena. En otros edificios se guarda la sal una vez preparada.
En esta parcela se «cosecha» la sal
Elaborando la sal
Nuestro guía en plena explicación
Almacenes de sal
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Almacenes de sal
Hoy, tres de marzo, no es un día cualquiera en Japón, hoy se celebra el Hina Matsuri, o día de las niñas, en el que se exponen unas curiosas muñecas que recrean personajes de la corte del emperador en el Japón clásico, colocadas en una especie de escenario escalonado de color rojo. Y nos han llevado justamente a un centro cultural municipal donde se exhibían un gran número de estas colecciones de muñecas. También estaban las mascotas de Futami, una pareja de ranas –animal símbolo del ex-municipio–, vestidas de la misma forma que estas muñecas. Después hemos paseado un rato por la zona, llena de edificios de arquitectura tradicional y tiendas de recuerdos. Y ranas, había ranas por todos sitios, de todo tipo de material y tamaño.
El camino nos ha llevado hasta el paseo marítimo, y allí hemos entrado en el Hinjitsukan, un edificio de 1887, creado como alojamiento de personajes importantes que visitasen el Gran Santuario, pero que actualmente funciona como una especie de museo. Allí hemos visto, además del edificio en sí mismo, más muñecas de Hina Matsuri y todo tipo de objetos tradicionales japoneses, como kimonos, reproducciones de armaduras samuráis, instrumentos musicales, etc.
Paseando hacia la playa
En el Hinjitsukan
En el Hinjitsukan
En el Hinjitsukan
A pocos minutos caminando del Hinjitsukan, el plato fuerte del día y uno de los de todo este programa, las Meoto Iwa. Estas dos rocas son quizá la imagen más famosa de Ise y una de las más famosas del país en el resto del mundo, incluso aunque no se sepa su nombre ni que están en Ise. Están justo delante del pequeño santuario Futami Okitama, unidas entre sí por una gruesa cuerda de paja de arroz –que se cambia varias veces al año con una ceremonia– y representan a Izanagi e Izanami y, por extensión, a todas las parejas. Según nos han dicho, en verano, a cierta hora y si el cielo está muy despejado, se puede ver el sol entre las dos rocas y, recortada sobre él, la silueta del monte Fuji. No puede haber imagen más redonda. Y con esa imagen en la retina, nos hemos vuelto al microbús, de vuelta a «casa».