No suelo colgar dos noticias de forma tan seguida, pero, como suele decirse, la actualidad manda, y para una vez que la actualidad tiene algo que ver con la Historia Japonesa, pues habrá que hacerle algo de caso, ¿no? Resulta que hoy ha aparecido en varios medios la noticia de que en la prefectura de Okinawa, concretamente en las ruinas del castillo de Katsuren, en Uruma, se han encontrado cuatro monedas de cobre del imperio romano, se cree que de entre los siglos III y IV.

El asunto puede parecer en principio un gran misterio, pero no lo es. El castillo de Katsuren se construyó entre los siglos XIII y XIV, y estuvo activo hasta principios del siglo XVII, con lo cual, vivió la época en la que las islas Ryūkyū se unificaron como un reino en 1429 y jugaron un importante papel en el comercio de toda Asia Oriental. Durante aproximadamente siglo y medio, el Reino de Ryūkyū se convirtió en un intermediario comercial entre China, Japón –a cuyo país no pertenecían aún–, Corea, y países del sudeste asiático, gracias a su posición privilegiada y a que la China de los Ming había establecido fuertes limitaciones a su comercio exterior. Así, no es de extrañar que, con la gran cantidad de mercancías de todo tipo que pasaban por Okinawa, así como regalos y productos de lujo que se utilizaban como tributos o recompensas de gratitud entre diferentes países, estas monedas romanas pudieran pasar por allí, casi con total seguridad provenientes de China.

En la época en la que se acuñaron estas monedas, en torno a los siglos III y IV, Okinawa no participaba de ningún tipo de comercio, puesto que no se desarrollaron sociedades agrícolas allí hasta el siglo VIII. Por lo tanto, esas monedas no llegaron a la isla hasta mucho después de su época, obviamente. Por el contrario, China lleva comerciando con Asia Central, Oriente Próximo e incluso Europa desde hace muchos siglos, a través de la famosa Ruta de la Seda, y se han encontrado monedas romanas parecidas a las que nos ocupan y todo tipo de objetos del mismo origen en sitios como Xinjiang o Nanjing. Así pues, no parece que fuese tan difícil que algunas de estas monedas, siglos más tarde, entrasen de una u otra forma dentro del circuito comercial-tributario establecido en la región y fuesen a parar a un castillo de uno de los lugares con más paso de mercancías de su época.

A la espera de que haya más noticias al respecto por parte de los arqueólogos que se están encargando del tema, creo que esta hipótesis se sustenta de forma sólida.