Sakurai-sensei, un grandísimo profesor
El día ha empezado con lluvia, y así ha seguido ininterrumpidamente hasta el final, lo que ha deslucido un poco la visita al Santuario Exterior… pero empecemos por el principio. Igual que ayer, primero hemos tenido dos horas de clase con el entrañable profesor Sakurai sobre el santuario que después íbamos a visitar, luego nos hemos ido a comer y después nuestro guía ha vuelto a ser el profesor Sano, que de momento nos ha acompañado en todas las visitas a santuarios. Un viaje en autobús de unos 15 minutos nos ha llevado a las puertas del complejo que forma el llamado Santuario Exterior –ya dijimos ayer que ambos complejos están separados por sólo unos seis kilómetros, y la Kogakkan se encuentra más o menos a medio camino, algo más cerca del de ayer.
Pero antes de entrar hemos dedicado una hora a visitar el museo Sengūkan, dedicado principalmente al Shikinen Sengū, el proceso de reconstrucción de los santuarios que conforman el Gran Santuario de Ise. Dentro no se pueden hacer fotos, así que no puedo ilustrar esto más que con un link a su web, os recomiendo que le echéis un vistazo y, si un día pasáis por Ise, que lo visitéis. Realmente, ayuda mucho a comprender cómo se construyen estos santuarios, que son mucho más complejos de lo que a simple vista parece, con complicados sistemas de encajes de madera, donde cada pieza es trabajada a mano por expertos artesanos para que encaje al milímetro. No es necesario saber japonés, el museo es muy gráfico, con muchas fotografías, vídeos, maquetas, piezas de madera a tamaño real, herramientas usadas y, sobre todo, con un modelo a escala real del edificio principal del Santuario Interior, aunque no está completo y se trata de «sólo» una cuarta parte del edificio. Personalmente, lo que más me ha impresionado ha sido un vídeo con una animación en la que se veían todos los pasos del montaje del edificio y se apreciaba claramente la complejidad de la estructura, y otro vídeo donde se veía a carpinteros tallando a mano encajes entre dos piezas con verdaderamente una precisión de cirujano.
Al salir del museo hemos entrado ya en el complejo del Santuario Exterior –o Gekū–, bastante más pequeño en extensión que el del Santuario Interior, y con menos edificios. Está consagrado a la diosa Toyōke Ōmikami y fue fundado por el Emperador Yūryaku a mediados del siglo V, supuestamente después de que Amaterasu le dijese que quería ser mejor alimentada que hasta entonces, y que Toyōke se encargaría de ser su intermediaria en esto por ser la diosa de la agricultura y la industria. Así, desde entonces y cada día al amanecer, se lleva a cabo la ceremonia Higoto Ayasu Omikesai, en la que se consagran alimentos para contentar a Amaterasu.
Pasada esa puerta no se podía hacer fotos
Hemos visitado gran parte del complejo, pasando por el gran torii de entrada y llegando primero a la fuente donde se realiza el ritual de limpieza de manos y boca que comentábamos ayer. Tras pasar por algunos otros edificios y santuarios menores, hemos llegado al principal, que, como ayer, tampoco se puede fotografiar y del que tampoco se puede visitar más que los primeros dos o tres metros desde la entrada. De nuevo, se puede divisar la parte superior del edificio y el terreno vacío adyacente, pero no mucho más, así que la gente entra, hace su rezo en un momento –con su ritual de reverencias y palmadas– y sale tranquilamente por una puerta lateral.
Después hemos visitado también otro pequeño santuario menor, el Taka-no-miya, cuya peculiaridad es que para llegar a él hay que subir una larga escalera de piedra con 98 escalones. Y de ahí, vuelta a la entrada y visita concluida.
Aparte de la lluvia, el complejo Santuario Exterior no me ha parecido tan impresionante como el del Santuario Interior, quizá por ser más pequeño y no estar tan completamente aislado de la ciudad, el bosque circundante no era tan grande. Si los hubiese visto en orden inverso creo que me habría impresionado los dos días, pero al haber visto primero el Interior…
Hoy el tiempo no acompañaba para terminar la visita como hicimos ayer, tomando algo y deambulando por la zona, que además no tenía el aire de calle comercial tradicional y era sencillamente como cualquier otra zona de la ciudad, así que hemos tomado un tren para, en sólo dos estaciones, volver al dormitorio algo antes de lo acostumbrado, lo que también apetecía después de algunas horas bajo la lluvia.
Esperemos que mañana haga mejor tiempo, porque volvemos a salir de paseo toda la tarde y aunque la lluvia tiene su encanto y el paisaje incluso mejora en cierta forma, limita bastante.