Un útil plano del complejo

Hoy ha sido uno de los días destacados en el calendario del curso, después de tanto hablar del Gran Santuario de Ise, hemos ido a uno de los dos santuarios que lo forman, el llamado Santuario Interior. Porque lo que normalmente llamamos Gran Santuario de Ise son realmente dos santuarios separados por unos seis kilómetros, y al mismo tiempo, cada uno de ellos es realmente un complejo en el que, aparte del santuario principal –el Interior en un sitio, y el Exterior en otro– se encuentran otros menores. Si queréis que lo acabemos de complicar, hay que saber que cada uno de todos estos dos santuarios tiene un pequeño terreno vacío justo al lado del pequeño terreno en el que está construido, y esto es porque cada veinte años el santuario cambia de uno de los terrenos al otro. Bueno, realmente no es el mismo santuario, se destruye el que ya tiene veinte años y se construye uno exactamente idéntico en el terreno vacío adyacente, y allí se traslada a la deidad que alberga. Así, el actual Gran Santuario es del año 2013, siendo el número 62.

Pues bien, hoy hemos visitado uno de estos dos complejos, el llamado Santuario Interior –o Naikū. Pero primero, hemos dedicado la mañana a dos horas de clase sólo sobre este santuario en concreto, con el profesor Sakurai, un señor completamente adorable, por cierto. Y después de comer, un pequeño viaje en autobús –ni diez minutos– nos ha llevado por fin al santuario, que está dedicado a la diosa más importante dentro del Shintō, Amaterasu Ōmikami y alberga uno de los tres Tesoros Imperiales, el espejo. La leyenda dice que fue fundado, tal y como decíamos hace un par de días, por Yamatohime-no-Mikoto, la hija del onceavo emperador, Suinin (supuestamente, 29 a.C.-70 d.C.), quien tenía que encontrar un lugar para albergar a Amaterasu que fuese más tranquilo que la capital del país, que es donde hasta entonces se encontraba. La princesa viajó por varias provincias y al pasar por Ise, la propia Amaterasu le pidió quedarse allí, y fue entonces cuando se creó el Santuario Interior.

No todo es tan nuevo dentro del complejo del santuario, este remate de columna de uno de los puentes lleva aquí desde el siglo XV, en pleno periodo Sengoku

Se accede a través del puente Uji, o Ujibashi, que es el que he utilizado como imagen de cabecera de todo este diario, y que también se reconstruye completamente cada veinte años, con sus cien metros de largo y sus dos impresionantes torii, uno a cada lado. Después toca hacer el pequeño ritual de purificación que se hace en todos los santuarios shintō, el temizu, que consiste en lavarse las manos y la boca siguiendo unos determinados pasos. Y lo mismo puede hacerse de nuevo poco después, pero esta vez en las limpísimas aguas del río Isuzu. A continuación hay varios edificios y santuarios menores, que no voy a ir enumerando porque se haría esto muy largo, pero que vale la pena visitar.

Uno de los platos típicos de Ise es la langosta, así que… ¿por qué no hacer también helado con sabor a langosta de Ise? No, no lo he probado. Ni loco.

Y, por fin, llegamos al santuario principal del Santuario Interior. De este no hay más que una foto desde abajo de la gran escalera de piedra porque, una vez arriba, está prohibido hacer fotos. De hecho, los peregrinos tienen que hacer su rezo justo después de cruzar la primera puerta, bastante lejos del edificio en sí, separado además por varias vallas. Así sólo se puede ver un poco el tejado del santuario y, en un lado, el terreno vacío donde estaba hasta 2013 y donde volverá a estar en 2033.

De camino a la salida del complejo, se pasa por unos cuantos santuarios y edificios más, igual de nuevos y flamantes porque ninguno tiene más de veinte años. Y todo ello rodeado por un inmenso bosque con árboles gigantes, altísimos y antiquísimos cipreses japoneses. De hecho, aproximadamente un tercio de la ciudad de Ise está ocupado por bosques de este árbol, con el que se reconstruyen todos los santuarios. Realmente, parece que estés completamente alejado de la civilización. Si alguien ha estado en el Meiji Jingū de Tokio, el santuario que hay en Harajuku, entre la famosa calle Takeshita y el parque Yoyogi, que piense que es la misma idea pero multiplicadísima, algo realmente impresionante, te deja sin palabras.

Después hemos ido a dar una vuelta por una calle cercana a la entrada del complejo, donde hay un montón de tiendas de recuerdos y restaurantes, en edificios de tipo tradicional. En una cafetería aún más tradicional de esta calle hemos tomado té comiendo el dulce más típico de la zona, llamado akafuku. Y con algunas compras por la zona, ha acabado la jornada.

Realmente, me ha impresionado mucho la excursión de hoy, y estoy deseando ir mañana al Santuario Exterior. Pongo algunas de las muchas fotos que he hecho, pero creo que ninguna capta el lugar como se merece. Todas las fotos –excepto las dos últimas– pertenecen al interior del complejo del santuario, incluyendo el lugar donde se hace la purificación de manos y boca, la clarísima agua del río Isuzu y, sobre todo, la entrada al santuario principal, la foto con la gran escalera de piedra.