La lluvia prevista para la tarde de ayer acabó llegando finalmente, pero por suerte lo hizo ya por la noche y se había marchado completamente al llegar la mañana, que ha despertado con un sol radiante. También me he enterado de que anoche hubo un terremoto, parece que bastante perceptible… pero la verdad es que yo no me enteré.
Hoy, de nuevo, teníamos dos clases por la mañana y visita por la tarde, con la novedad de que no comíamos en la universidad sino en un restaurante, para lo que ya hace días nos habían preguntado a cada uno si preferíamos un menú de pasta o de ramen –por si tenéis curiosidad por saber qué elegí yo, lo segundo… obviamente, ya habrá tiempo de comer pasta de vuelta en casa.
Las dos clases de hoy estaban dedicadas al mismo tema, al folklore y las costumbres de Ise, la primera de ellas a cargo del profesor Okada, el mismo que tuvimos en las dos clases de ayer. Con él hemos estado hablando, entre otras muchas cosas, de unos temas relacionados con los sacerdotes shintō, y me ha hecho gracia que, cuando el profesor ha dicho que unos de nivel bajo que se dedicaban a viajar se llamaban «oshi» pero que en Ise se les llama «onshi«, me ha dado por buscarlo en mi diccionario y ahí también aparecía esa distinción, como veis en la captura de pantalla –una muestra de lo importante que es el Gran Santuario de Ise para los japoneses… y lo bueno que es mi diccionario, supongo. También hemos hablado de los noshibukuro, los sobres que utilizan los japoneses para felicitaciones tras una boda, el nacimiento de un hijo, la graduación en la universidad, etc., y su vinculación con el Shintō. Realmente, una de las cosas que estoy aprendiendo estos días es la fuerte influencia del Shintō en muchísimos niveles de la vida japonesa, es sorprendente… aunque, por otro lado, tiene su lógica, puesto que el Shintō es, sobre todo, un conjunto de costumbres y no una religión al uso. Al final de la clase el profesor nos ha hablado del calendario de Ise, que durante el periodo Edo se utilizaba en todo el país y marcaba todas las festividades, el mejor momento para iniciar las cosechas, etc., y nos ha enseñado uno muy curioso porque es de un año que no existió, porque se hizo –lógicamente– antes de que empezase el año, y poco después el emperador murió, con lo cual el nombre de aquel año cambió –actualmente estamos en el año 27 de la era Heisei, por ejemplo– y ese calendario no se llegó a utilizar.
La siguiente clase, sobre el mismo tema, también era con el profesor Okada, pero no el mismo Okada, resulta que los dos profesores de hoy se apellidan igual, escrito incluso con los mismos dos kanjis. Curioso. Pues con Okada II hemos seguido hablando del folklore de esta ciudad en concreto y de todo el país en general, viendo cómo algunas de las costumbres locales aparecen ya en el Kojiki y el Nihon Shoki, que os recuerdo que se acabaron de compilar a principios del siglo VIII y recogían hechos que entonces ya eran algo antiguos. También hemos visto algunos vídeos con canciones tradicionales que se entonan en distintas festividades relacionadas con el Gran Santuario, normalmente con los rituales de reconstrucción cada veinte años –las imágenes que hemos visto eran de la última vez, en 2013.
Por si a alguien se le olvidaba, este gato dibujado en la pizarra nos recordaba que hoy comíamos fuera, pasta o ramen
Captura de pantalla de mi diccionario, donde especifica que en el caso del Gran Santuario de Ise, no se pronuncia «oshi» sino «onshi»
Al salir de clase nos ha venido a buscar un pequeño ejército de taxis para llevarnos al restaurante en el que comíamos hoy, o debería decir «los restaurantes», porque estaba dividido en dos, uno llamado Kura de Pasta y otro llamado Kura de Ramen. Así que hemos hecho dos grupos que no se han reunido hasta el momento del postre. Pero antes hemos podido degustar uno de los mejores platazos –enormes– de miso-ramen que he probado nunca, verdaderamente alucinante, de verdad. Sé que esto no va de comida, pero no me puedo resistir a poner la foto.
Justo al lado de los restaurantes, y regentado por la misma familia, se encuentra una pequeña factoría de miso y salsa de soja llamada Kōjiya, fundada en 1817. El dueño, con el que nos hemos reunido para los postres, es la séptima generación al frente del negocio, y nos ha invitado a visitar una parte de la antigua casa familiar. Allí tienen unas cuantas piezas interesantes, como pinturas y caligrafías, pero a los dos del grupo que trabajamos la historia premoderna japonesa lo que más nos ha gustado ha sido un par de biombos del periodo Edo, en los que aparece representada la Batalla de Dan-no-Ura… hemos estado un buen rato haciéndoles fotos, buscando a Yoshitsune y a Benkei, hablando con el dueño, etc. Saliendo de la casa nos han enseñado la pequeña factoría, y hemos podido ver –y oler– los grandes tanques de soja, el proceso de embotellado de la salsa y la tiendecita en la que venden sus productos.
La flota de taxis
Una cosa increíble
Minamoto Yoshitsune y Benkei
Entonces hemos hecho una pequeña ruta a pie por algunos lugares cercanos, guiados por el profesor Chieda, como el pequeño santuario Tsukiyomigu, puntos en los que los peregrinos se sentaban a descansar, o zonas en las que se situaban algunos mercados.
Finalmente, el lugar que creo que a todos más nos ha gustado, la casa familiar de los Maruoka. El primer Maruoka del que se tiene constancia fue precisamente un oshi, estos sacerdotes itinerantes de los que hablábamos más arriba, en el siglo XVI, y el señor Maruoka que hoy nos ha enseñado la antigua casa familiar es nada menos que el representante de la décimo-octava generación. Alucinante. Aunque la casa es posterior, de 1866, se trata de un buen pedazo de historia viva. O casi viva, deberíamos decir, porque la pobre está bastante deteriorada. Según nos ha contado el profesor Chieda, las autoridades no están demasiado interesadas en preservar esta casa, y el propio señor Maruoka lleva años trabajando él mismo para arreglar y mantener lo que puede, invirtiendo el dinero que tiene y el que no.
Ha sido especialmente impactante cuando nos ha enseñado unos documentos que ha ido encontrado accidentalmente al arreglar la casa. Muchos paneles de papel, como los de las puertas móviles o las partes traseras de cuadros, se solían reforzar con hojas de papel usadas, documentos que entonces carecían de importancia; como el papel era caro, no se podían permitir utilizar papel nuevo y sin usar. Arreglando estos paneles, quitando capas de papel gastado o en mal estado, el señor Maruoka fue encontrando muchos de estos documentos, ¡algunos incluso del siglo XVI! Nos ha enseñado algunos de estos documentos y nos ha dicho que hay muchos más tras muchas de las paredes y que los quiere ir recuperando con el tiempo. Nos ha confesado que para él es muy importante mantener viva la memoria de su familia y este trocito de la historia de Japón, por lo que nos ha pedido que diéramos a conocer su proyecto. Y me parece totalmente justo, así que os animo a todos a visitar su página en Facebook y darle a «me gusta», quizá si las autoridades ven que un montón de gente de todos sitios conoce esta casa y se interesa por ella, decidan echar una mano también. Sería genial.
Y tras despedirnos del señor Maruoka, desearle la mejor de las suertes con su cruzada personal y darle las gracias por ello, nos hemos dirigido a la estación de tren para volver a nuestro ya estimado Kaikan.